miércoles, 30 de abril de 2008

LA COSA DE DON GUIDO ZAPLANA

BUEN DON GUIDO, YA ERES IDO.
Oigo anunciar por ahí que Zaplana se retira. “Buen don Guido, / ya eres ido…” Me ahorro la continuación porque no creo en los jamases. Bien colocado va el hombre; parece que al final se va a hacer un poco más realidad todavía aquello de que había venido a la política para forrarse. Y, si no lo está ya, se forrará a costa de mis llamadas telefónicas y de las de los demás. Como siempre: nihil novum sub sole.
Para mí este hombre ha sido durante muchos años el representante de lo que no me parece la nobleza de la política. Lo he visto siempre como la personificación de la crispación y del despropósito, de la lengua demasiado larga y del menosprecio del contrario hasta en su actuación gestual. Nunca he pensado que las decisiones de un grupo haya que defenderlas siempre a la contra de otros grupos, como si la verdad estuviera supeditada a la victoria y a la derrota y lo que importara fuera esto y no aquello. Me parecía ver en este señor a esos abogados que, defiendan lo que defiendan, siempre lo hacen con el mismo ímpetu y con la misma fuerza con tal de conseguir que el veredicto les sea siempre favorable. Tengo muy nítidas en la retina sus actuaciones en las sesiones parlamentarias que investigaron el 11-M. Sobre todo el día de la comparecencia de Pilar Manjón. Qué chulería, qué gesticulación de desprecio, que cobardía, qué miradas retadoras ante la personificación del dolor, qué deshumanización., qué sentimiento de asquito el mío ante la presencia de este caballero. Que me perdone, pero, si estas son formas de hacer política, mejor será dedicarse a otra cosa. De nuevo vuelvo a reivindicar que la libertad de expresión y hasta las maneras de cada cual tienen unos límites razonables y sociales, y que no vale todo, claro que no.
Y bien recuerdo ahora aquella propaganda continua cuando era ministro de trabajo, cuando parecía que el Gobierno nos regalaba todo o que nos trataba como a niños y no como a contribuyentes.
No me interesa demasiado analizar ni juzgar sus actuaciones en el poder ni en la oposición: cada día tengo menos ganas de juzgar a nadie; incluso le agradezco las horas que haya dedicado a la res publica, en beneficio de la comunidad. Gracias por todo. Pero no son maneras ni modales. Es lo único que no soporto y es lo que critico.
Y hay otra consideración que viene al hilo. Es el amparo que encuentran en la industria “privada” -más bien pública privatizada para que sea gobernada por los amigos- muchos de los prebostes que salen del Gobierno. Los hay de todos los colores, pero no en la misma cantidad, y, si no, que se analice y que se publiquen los resultados. Las grandes empresas se privatizaron con el PP en el mando y las secuelas y los puestos inmensamente retribuidos les corresponden a los allegados. Hay una afirmación que se cumple casi siempre en la política y entre los políticos de la derecha: no suelen venir a la política por dinero, sencillamente porque no lo necesitan para vivir. Fíjate en los pobrecitos, incluso parecen altruistas. Pero las dedicaciones les llegan de manera indirecta. Primero en los puestos de relevancia social y, cuando estos chollos se les acaban, revierten sus personas en la llamada industria privada. Allí se recuperan y llenan sus alforjas con las contribuciones y subidas de precios que pagamos todos los usuarios de los servicios.
Y luego dicen que no hay derechas e izquierdas, y afirman que no hay partidos de pobres y de ricos. Naranjas de la China.

martes, 29 de abril de 2008

EL EXTRAÑO PODER DE LA PALABRA

Javier Marías es el último de los próceres que ha pronunciado su discurso de entrada en la RAE. Lo hizo el domingo pasado. He tenido acceso a la lectura del mismo y encara en él un asunto enjundioso que tiene que ver con el mundo de la creación literaria. En tono a ratos jocoso, proclama primero con falsa humildad la imperfección absoluta de la palabra en la creación para terminar adjudicando al novelista, poeta y creador en general, la única posibilidad de adueñarse del mundo a través de la palabra.
No es Javier Marías un novelista que me entusiasme, aunque me gusta, porque creo que su educación y su mundo de referencia están muy distantes de los míos, pero es, sin duda, un creador con raza, que domina como pocos el oficio y que ya forma parte de la elite de los narradores actuales en lengua castellana. Pero vamos al asunto del discurso.
Que la palabra es pobre, que apenas alcanza a atisbar en el horizonte la realidad, que tiene que conformarse –y nosotros con ella- en los aledaños y en los arrabales de aquello que realmente queremos transmitir, es algo que está bien que lo diga quien la domina y la ata cada día. Tal vez si la palabra fuera capaz del traslado exacto de la realidad, sobraría en buena parte la literatura y la creación; solo nos moveríamos en el nivel de la traslación y de la traducción automática. Pero es que entre la realidad y la creación se entrometen las palabras, la realidad y las circunstancias del hablador o del escribidor, los distintos sistemas lingüísticos, los contextos, los ruidos de todo tipo que desvían la exactitud para sumergirla en el mundo de la niebla y de la interpretación personal. En tales circunstancias, la realidad lingüística se hace pobre, personal, desvanecida. Solo nos queda para la supervivencia el mundo de la buena voluntad, pues el menudeo de la mala interpretación y de los malos entendidos está siempre acechando. En este plan, los biógrafos, los autobiógrafos, los historiadores, los cronistas… están tocados del ala y condenados al fracaso y a la superación por la realidad.
¿En qué consiste, entonces, la labor del novelista o del poeta? Pues, a pesar de todo, afirma JM, y yo con él, hay una vía de escape, un achique de agua, una mirada al frente, una luz a lo lejos, una esperanza cierta. ¿Cuál? Siendo así que el mundo de la creación es, por definición, un mundo inventado, reelaborado y clasificado según la voluntad del creador, sus palabras son las que más se aproximan a esa realidad, las que mejor la atisban, las que terminan siendo un poco menos pobres. Por eso al fabulador es al único que aparentemente le está permitido “equivocarse” según las leyes al uso, él es el único que se forja sus propias normas porque la realidad, en sus escritos, está sometida a las palabras. De hecho, la realidad poetizada o novelada hace surgir personajes que solo existen en esa realidad, las palabras preceden y sostienen esa realidad. Los entes de ficción que defendía Unamuno, aquel Augusto Pérez de su novela, o nivola, Niebla solo se justifica desde la existencia de las palabras, y hasta la realidad del creador, como altaneramente defendía el personaje, debe su permanencia a la presencia del ser de ficción, sustentado en las palabras.
Habría que indagar en el dilema de la realidad creada frente a la realidad descrita. ¿Cuál de las dos es más “real”? La realidad externa se empobrece en cuanto la trasladamos al mundo de la palabra; la realidad de ficción adquiere fuerza desde el sustentamiento en la palabra. La realidad Quijote le debe su existencia a la palabra; la realidad Cervantes se ha desvanecido con la presencia de su palabra y hoy se le recuerda no en su realidad vital sino en la ficción de sus personajes y de su palabra.
En fin, que la palabra nos limita pero también nos ensalza, nos muestra la pobreza y el mundo de miseria cuando de trasladar la realidad se trata. Pero es hermosa cuando andamos en el mundo de la creación, pues que sustenta mundos de otro modo, un poco más exactos y más personalizados.
Y, a pesar de todo, la comunicación es un milagro que se cumple en cada minuto. Con todas las limitaciones, con todos los perfiles, con todos los malos entendidos. Qué haríamos sin el poder explosivo de la palabra.

lunes, 28 de abril de 2008

¿EL POEMA?


Primero es un extraño pensamiento,
zozobra de una larga acometida:
siempre precede al verso una alta idea.
Hay un descenso lento a ras de tierra,
al reino de la imagen
que, en una lluvia tierna y delicada
-a veces dolorosa-,
hace crecer contornos y señales
y despeja de luz las hierbas no crecidas.
Ahora el campo es dorado,
los árboles florecen y sus frutos
se ofrecen altaneros al sentido.
El campesino en raras ocasiones
descubre por azar algún fruto sabroso
que salva en su presencia la cosecha.
Alcanza su perfume todo el campo,
su rastro huella el tiempo y permanece.

Aún no ha tomado asiento la palabra
pero suena su hora y ha de ganarse el pan.

Aquí el excelso don del primer verso,
que saca los colores al poema,
las relaciones justas, los avances
a una velocidad proporcionada,
esa subordinada que no encaja,
los adjetivos amplios, las metáforas,
el ingenioso mundo de las comparaciones,
la solidez estrófica, el asalto
al cierre luminoso del poema:
ese acto final resulta siempre
un guiño al porvenir, un apretado
examen de conciencia.

Después vienen las podas,
el aricar los surcos, el placer
de dejarse llevar por el aroma
de una lenta lectura,
esa vida distinta de artesano
que ve crecer el barro
hasta alzarse en la forma apetecida.

Y ese quedarse en jarras, pensativo,
viendo volar el fruto del poema,
ya súbdito del tiempo y del olvido

domingo, 27 de abril de 2008

PEREGRINOS


En mis frecuentes caminatas por algún tramo de la Vía de la Plata me suelo encontrar con peregrinos que “hacen el camino”. Resultan inconfundibles en cuanto los diviso a lo lejos, no se me despintan, como no se me despintaban en tiempos las personas que o eran sacerdotes o lo habían sido. No sabría concretar cuál es el añadido que los señala como tales y que los sitúa en una rama de la taxonomía humana.
Ayer mismo me topé –nos topamos- con tres distintos en un tramo de unos cinco kilómetros de ruta. El primero caminaba lentamente acompañado por un asno enseronado y dos perros. Confesaba venir desde Cádiz.
- Buenos días.
- Buenos días.
- ¿Hacia dónde vamos?
- Camino de Santiago.
- Buen tiempo para andar el camino. ¿Desde dónde viene?
- Desde Cádiz, nada menos que desde Cádiz. Me acompañan este burro y estos dos perros. Es la quinta vez que lo hago.
- ¿Y siempre han venido los animales con usted?
- El asno y el perro grande sí, el perro pequeño es la primera vez que me acompaña.
-¿Hasta dónde tiraremos hoy?
- Hasta la posada del peregrino de Fuenterroble.
- Pues aún quedan unos kilómetros que hollar, pero el día es espléndido y no hay prisa. A unos dos kilómetros de aquí se encontrará con el río Sangusín. Viene crecido y tendrá que cruzarlo subido en el burro. Buen sitio para comer al amparo y a la sombra de los árboles y al sonido de la corriente.
- Así lo haré. Me fiaré de ustedes.
- Que lleve buen camino.
Y así el segundo, que, unos metros por detrás, camina solo y nos pregunta por el hombre del burro. Se conoce que hacen el camino juntos o que, al menos, se han encontrado en los descansos o en algún tramo. Y la tercera, una mujer fondona en bicicleta, con acento centroeuropeo, cargada con mochila y dando lentamente pedales bajo el sol del mediodía.
- ¿Han visto pasar por delante a unos peregrinos?
- Sí, los alcanzará enseguida, en cuanto apriete un poco los pedales. Seguro que en el río la estarán esperando.
- A por ellos voy.
Y siguió en bicicleta, lentamente, contemplando los prados verdes, lo amplio del camino, y como sin ganas de salir de la llanura del Sangusín.
¿Qué llevarán con ellos estos peregrinos? Jamás van solos, con ellos va el paisaje, van las promesas, acaso va la fe en no se sabe qué, tal vez unos principios, quizás unas costumbres, un simple regodeo en la naturaleza, un hondo sentimiento que no es muy sencillo de descifrar, un deshacerse en todo lo que les rodea, un aquietarse al ver y contemplar la vastedad del mundo, un olvidarse un tanto del discurrir diario, un certificar que la vida no siempre es rutinaria, un encontrarse a tiempo consigo mismo…
Nadie sabe muy bien qué suerte de fuerza misteriosa los acompaña, pero ahí están a diario, en el camino, en la naturaleza, hollando cada metro de verde luminoso.
Ayer los vi marcharse, perderse en lejanía, camino de Santiago (Santiago es cualquier parte). Yo me quedé pensando, sintiendo y meditando. Yo también fui camino por un rato.

sábado, 26 de abril de 2008

LUJURIA EN EL PAISAJE


Quizás sean demasiados los ratos que rescato del olvido pensando en el paisaje. Alguna razón habrá y no me opongo a ello. Ya lo he dicho más veces: en el paisaje me achico y me engrandezco, me reconozco parte de las cosas, siento que la quietud es el mejor sonido y que el silencio me suena como la mejor melodía¸ allí charlo, respiro, suspendo los sentidos o siento con más fuerza que el tiempo se desliza en línea descendente.
Hoy me ha llevado el día hasta las llanuras del Sangusín. Béjar es lujuriosa en el paisaje y en toda la comarca se repite el pálpito constante de la vida. Qué verde tan intenso por todos los caminos. En coche hemos llegado hasta el cruce de la Calzada de la Plata con la carretera que mira hacia la Sierra de Francia. Y desde allí, paso a paso, por la misma senda por la que tantos siglos se desplazaron hombres y animales. Veinte siglos contemplan esta ruta, o acaso varios más. Camino natural para el paso de la meseta sur a la meseta norte, senda donde las haya empedrada con mimo, a veces mal cuidada pero en estos parajes muy abierta. El valle es una verde plataforma, un ara gigante con alfombra verde, rodeada de sierras, hoy con la nieve en lo alto, más blanca que en los meses del invierno. Enseguida los árboles mancebos, jovenzuelos en hojas, los fresnos renacidos, como sucede siempre en estas fechas, y muy cerca de ellos las encinas, perennes testigos de lo que allí sucede. Hay fresnos centenarios, recortados y desmochados muchas veces, pero siempre testigos del claro renacer de cada primavera. Me gustan demasiado los campos de encinas con su alfombra verde, sus corros de margaritas blancas en el suelo y su sombra continua. Hay charcas repletas por doquier y riachuelos que fluyen por cualquier descampado; hasta del agua surgen las flores que ya lo llenan todo.
La música de fondo es especial, sin duda. El cuco no descansa, ¡y es abril!, las cigarras denuncian su presencia con claros golpes rotos, y un murmullo infinito de pájaros cantores alegra todo el cielo. Parece que quieren quitarse la vez para dejarse oír, para gritarle al mundo que es otra vez la vida. Ahora se ven más cerca, pareciera que no les da vergüenza acercarse a la senda por la que el caminante camina sorprendido. Una luz muy intensa domina todo el cielo; el sol alumbra y eleva del suelo una marea humeante que se convierte en nube allá en lo alto. Todo canta, también el silencio de los verdes vegetales.
El río se ha crecido y ofrece densas aguas que caminan por toda la llanura. No hubiéramos podido vadear por su cauce. De modo que nos hemos detenido a su rumor, para tomar un dulce refrigerio. Con el rumor del agua a nuestro lado, la sombra de unos álamos, el sol en lo alto del cielo, el canto de los pájaros en constante sinfonía, una sauceda verde, una mesa de pan bien guarnecida, una charla agradable, una mirada azul y agradecida, la consideración del mundo y sus miserias, el fondo del paisaje gritando vida por todas partes y una pizca de voluntad predispuesta para pasarlo bien, nos hemos detenido y hemos saboreado a nuestras anchas, sin prisas, con premura, lo que nos pedía el cuerpo. Hubiéramos pedido tres tiendas a la orilla para quedarnos tiempo, para sentir el curso de la vida, para tomar aliento en medio del camino. Hubo que regresar. La misma senda, ahora la sierra de frente, las vacas a su antojo por los prados, y el agua siempre andando a la deriva, la misma melodía, el mismo verde, la misma sensación.
Hay días en los que tendría que estar prohibido entrar de nuevo en casa hasta el ocaso. Hoy era un día de esos. Quien lo gozó lo sabe.

viernes, 25 de abril de 2008

LÍDERES DE CARTÓN PIEDRA

“Sé lo suficientemente fuerte para que te respeten y lo suficientemente débil para que te quieran”. Es una más de esas frases redondas que aspiran a resumir todo un planteamiento de vida y una forma de andar por el mundo. Lo malo es que está pensada, creo yo, con la mirada puesta en los buenos resultados y no en los buenos principios. Porque desde los buenos principios parece una contradicción. Es bueno buscar un equilibrio pero no sé si es bueno repicar y estar en la procesión. Ni siquiera si es posible. A uno se le escapan más las fuerzas por el campo de los arrumacos y siempre anda pendiente de que lo quieran un poco, y no entiende en qué consiste eso de que te respeten, sobre todo si se confunde con que te teman.
La relación humana es complicada casi siempre si no se le añade el plus del sentido común y de la buena voluntad. Y acaso sea verdad que un puñetazo en la mesa a tiempo sea productivo, pero yo cada vez lo entiendo menos. No sé muy bien para qué hay que desnivelar lo que desde ese momento va a quedar en relación desigual ni por qué hay que demostrar algo en lo que ni crees ni va a liberar a tu conciencia de nada positivo. ¿Qué conciencia te puede quedar con ese ratito de supremacía? En cambio, con la cesión siempre te queda el rescoldo de sentir que por ti no ha quedado, que, en lo que ha dependido de ti, no se ha estropeado nada y que, si hay alguna herida que restañar, siempre va a tener que ser en tu favor y no en tu contra.
Nunca han sido demasiado buenos los tiempos para la lírica. Tampoco en estos días de invocación a dar leña y a destacar por encima de los demás. Toda la vida la tenemos ordenada en más y en menos, en ganadores y en perdedores, en líderes y en seguidores fieles, en jefes y en subordinados. Casi en cualquier grupo humano. Todo se nos vuelve en buscar y en encontrar líderes y lideresas. Y estos pobrecitos son capados en sus intenciones y en sus manifestaciones porque no se le permiten ni las dudas ni las vacilaciones. Quizás por eso el liderazgo es -dicen- la antítesis de la duda. El conductor, el líder, el mandamás de una comunidad no tiene el privilegio de situarse en la duda y en la dificultad de decidir, y, cuando se equivoca y lo siente, no tiene la posibilidad de desahogarse ni de rectificar. En esa dinámica, se crea una retahíla de situaciones impostadas, de caras y de palabras fingidas, de actuaciones insinceras, que terminan situando al personaje fuera de la realidad y sin posibilidad de volverse a situar en ella.
Es fácil comprender por qué hay mucha gente que no tiene madera de líder. De líder de este tipo, por supuesto. Hay otro liderazgo que poco tiene que ver con la impostación y la mentira, y mucho con el ejemplo y con la honradez de vida; es un liderazgo lento, de fina lluvia, que va calando y empapando la conciencia de los que lo ven y lo comprueban hasta hacerse adeptos, no tanto a la persona como al ejemplo y a la escala de valores que desprende. No es lo mismo la auctoritas que el mando en plaza, no es lo mismo el palo que la palabra razonada, no es lo mismo la patada que la palmada amistosa. No es lo mismo. No es lo mismo.
El tiempo que vivimos parece que no permite las velocidades lentas pero constantes. Hay tiempo para todo y no hay tiempo para nada. Solo sirve el presente y escasamente se sabe abrir el zoom de la fotografía para que el árbol no nos impida la hermosa estampa del bosque. O sea.

jueves, 24 de abril de 2008

UN RUMOR DE LUZ

UN RUMOR DE LUZ

Hay un rumor de luz en lejanía;
un gris que se blanquea toma cuerpo
lentamente, clarea los contornos.
Amanece en la paz de las ciudades,
cuando ya el campo mira sus colores
dibujados en verde. Se despierta
la paz que dormitaba en las aceras
y hay placeres
que escriben en el viento sus historias.

Quizá este nuevo día
levante en lentitud otra mirada.
Yo me sueño distinto:
dibujo en mis palabras un paisaje.

Es esta una mañana semejante
a las otras mañanas, con las nubes
mirando sorprendidas, los vencejos
bailando sin cuidado por el cielo,
cumpliendo la razón de su liturgia.

Es la tierra sorpresa agradecida
y suda un humo denso, que se extiende,
rumor y canto, por el cielo todo.

Me asomo con cautela a la ventana,
soy parte del paisaje, me presiento
hermano inevitable de las cosas.

miércoles, 23 de abril de 2008

EL DON DE LA LECTURA

Regreso apresuradamente de Ávila, con cargas familiares que atender. Allí comida alegre con mis hijos, con Merce y Miguel Ángel, un exquisito café con pastas con Carmen y Francisco. De fondo el día del libro, la fiesta o semifiesta de la Comunidad, y el Cervantes al frente. Rescato para el caso un texto pensado para este día, titulado "El don de la lectura". Si no es don y placer es que no es nada.
EL DON DE LA LECTURA (Día del libro)
La vida se desplaza en línea curva, por un plano difuso. Nunca sabemos bien si el coche nos anuncia el precipicio o encaramos el fin del horizonte con vista despejada.
A lo largo y a lo ancho de todos nuestros días, se nos ha permitido la palabra, la reflexión serena, que mira sin pasiones el palpitar del ritmo de las cosas, para observar que todos somos sencillo azar en el camino.
Ningún otro don tan amplio y tan profundo como el de la palabra. Todos somos sus dueños y todos la servimos. A todos nos consuela una palabra en tiempo de tristeza o de abandono. Con ella pregonamos nuestros éxitos, regalamos al mundo el don de la amistad y pedimos ayuda cuando nos falla el gozo. A veces el silencio la refrena y la convierte en eco sonoro y sutilísimo que permite escuchar con nitidez precisa la esencia del mensaje. Todos la poseemos, la degustamos todos.
En un círculo estrecho, con vocación de hotel de cinco estrellas, se encierra la mansión de la palabra escrita. Degustar sus placeres es “negocio de particular juicio”, según una sentencia conocida del texto de Fray Luis. El acceso a sus salas es lento e intrincado, pero es tan confortable su sosiego, son tantos los aromas que exhala su fragancia...
En esta sociedad apresurada, con tiempo para todo, sin tiempo para nada, un receso sereno para gozar del don de la lectura es como una comida de los dioses en un día de fiesta. Sentarme lentamente, procurándome un sitio recoleto, acariciar el libro de lectura, extender la mirada por el lomo, sentir la suavidad de su textura, abrir con elegancia sus páginas escritas, determinar que el tiempo se ha parado porque el tiempo lo marca nuestra imaginación, ejercitar la mente en velar las imágenes externas y abrir el horizonte a las escenas del libro que ahora leo, y engolfarme en su escala de valores, y disentir si no estoy convencido de lo que se propone, o alimentar mis ánimos al comprobar que hay alguien suspirando por lo que yo suspiro, y llegar al nivel de la emoción, y prometer también con ese alguien cambiar el mundo -un rato de ilusión nunca es baldío-, y hallarme transportado de repente a un mundo en el que actúo sin trabas ni mandatos cotidianos, y gozar con las formas elegidas para la encarnadura de la historia, y discutir su ajuste o desajuste con el autor del libro, y sentir un momento que tampoco sería descabellado intentarlo yo mismo, y soñarme en autor de otras historias iguales o mejores que las que ahora levanto del olvido...Y descubrir, después de la lectura, la cruda realidad de cada instante, y subrayar entonces la potencia de la imaginación...
Nos podrán regular nuestras miserias, acaso cada día nuestros actos se sometan al control riguroso de las leyes surgidas de otros seres. En medio de ese páramo infinito, dejad correr las alas de la imaginación.
Esta mañana inicio mi paseo -una vez más- con Alonso Quijano, el Bueno, don Quijote, ese pobre payaso de los tiempos, espantajo en caballo -rocín antes-, con morrión y celada acartonados, la ilusión y bondad empapelada en papel reciclado, las bisabuelas armas tomadas del orín, de moho llenas, dispuesto a provocar a los molinos en desigual batalla y a desfacer los tuertos allá donde los haya. Vaya ejemplo, colega, para las multitudes de estos tiempos, que beben en los vientos de la publicidad: deportistas que cobran lo que no está presente en los escritos, cantantes ensalzados por sus casas de discos hasta la excelsitud de las estrellas -su vida son caprichos y ripios absolutos-, y el coro de borregos que bala entusiasmado su estribillo. Si quieres, don Quijote, nos presentamos ambos -seré tu Sancho Panza- a la entrega famosa de los Oscar. ¿Nos dejarían pasar?, ¿tendríamos limusina? ¿Te imaginas tu entrada en un Consejo ilustre de un gran banco? ¿Y en alguna oficina de uso público de las de ocho a tres? Si te animas, nos vamos de la mano a reventar un claustro de ilustres profesores, poniéndolos a caldo, o a expulsar mercaderes de los templos, o mismamente a dar voces de amor por las esquinas. Me viene la sospecha de que el mote que te hace el Caballero de la Triste Figura viene al caso por los muchos avisos de trabajo y el mal cariz que adviertes en la vida.
Alonso, don Quijote, que no decaiga el ánimo, ni siquiera de vuelta hacia la aldea, si no, pasaré aviso a Sancho Panza para que ponga orden y te levante el pulso y el espíritu.
Ahora debo bajar del don de la lectura para acercar mi vista a ras de tierra. No dejes que me olvide de tus ansias de amor y de justicia. Y déjame que pida tu presencia: “Hazme un sitio en tu montura, caballero del honor”.

martes, 22 de abril de 2008

¿LIBERALISMO?


No es fácil escaparse de todo lo que corre por el mundo. Está ahí, a la vuelta de la esquina, sobándote los morros todo el tiempo, en la voz de los medios, en todas las noticias. Hay que vivir con ello, procurando que no nos contamine, o al menos que nos deje mirar hacia otra parte algunos ratos. Porque también soy ello mucho rato, soy todas esas cosas que escupe el teletipo, que trasladan las cámaras, que llevan al oído los voceros. Sé que seguirlas ciego me deja sin aliento, sin fuerzas para mirarme a la cara y descubrirme como persona única, sencilla y solitaria.
Hoy le dedico un rato a una de esas noticias. Leo que en Gran Bretaña el Estado va a dedicar 60.000 millones (no sé si de euros o de libras, no importa demasiado) a asegurar los bancos que más riesgo atesoran. En Estados Unidos la cifra apara “reflotar” los bancos en mayor peligro se eleva a 1,1 billones de dólares. No conozco cifras de otros lugares pero estoy seguro de que algo parecido sucede en todo el mundo.
Vaya un ejemplo cachazudo de liberalismo. A esto se le llama privatizar las ganancias y socializar las pérdidas. Así cualquiera, coño. Vaya unos liberales huevones y egoístas. Estos son los que dicen que la intervención del Estado es perniciosa y que los beneficios se obtienen de la iniciativa privada. ¿Por qué no se someten a sus propias ideas? Ya se ve que los principios valen hasta que nos afectan a nosotros mismos. Vaya unos estadistas del carajo. De modo que son los currantes con sus impuestos los que tienen que acudir a socorrer a los que tradicionalmente se vienen forrando y dirigiendo la actividad de todos los demás. El pobre trabajando para el rico, como siempre. En estricta doctrina liberal, lo que ha retirado el mercado que no lo resucite el hombre, el débil al olvido y que la especie sobreviva con los más fuertes. Qué fácil cuando se está en la cumbre. Que se lo digan a todos los que llegan a duras penas a fin de mes y que no pueden ni oír hablar de invertir en no sé qué entidades. Así de lamentables son estas duras crisis en las que nos metieron ellos mismos, con sus atrevimientos, que ya se ve que arriesgan sin ningún contrapeso. Cuando la operación sale bien, todo son beneficios y repartos, aumentos de negocios, expansiones; cuando vienen mal dadas, que sea el fondo común, el impuesto de todos los mortales, el que venga a salvarnos. Y siempre a seguir alimentando el sistema con las mismas premisas: si gano, gano yo; si perdemos, perdemos todos.
Me gustaría ser liberal pero en otras condiciones, en aquellas en las que se tuviera garantizado un colchón social de igualdad de oportunidades, precisamente para poder esconderse en la iniciativa personal e intransferible, en la apacible vida solitaria, en el desarrollo de cualquier proyecto individual, en la diversidad de las ideas, en la ausencia de dogmas. Miro hacia todas partes y no veo más que desigualdades infinitas, esfuerzos desiguales y recompensas diferentes. Supongo que habrá que reclamar igualdad para todos y libertad también para todos. En ese binomio hay personas que inciden en la segunda parte; yo prefiero, de momento, gritar la certeza de la primera parte, la necesidad que se cumpla algún plan de igualdad. Prefiero estar en ello de momento.

lunes, 21 de abril de 2008

EL FORMATO BLOG


Es este del blog un formato que me trae algunas veces de cabeza pues me impone unos límites que por prudencia no debo sobrepasar. En el diario oscuro yo escribía sin nadie que me hurgara en la cabeza, eran mis propias manías y mis obsesiones las que me llevaban la mano y las ideas por donde les daba la gana. El blog marca otra inevitable variante: puede haber personas al otro lado de la ventana, me pueden mirar, de alguna manera, yo aguardo respuesta en forma de lectura o comentario. Y el subconsciente alumbra, aunque sea en la honda alcoba y de manera poco reconocible.
Los otros son mi límite, sin ellos no soy nada pero ellos me retienen, me reprimen, me recortan las alas. O me las agrandan que lo mismo da. Sé que hay momentos en los que debo estar callado y otros en los que es preciso que me manifieste. Y eso que sigo teniendo un propósito simple en esta ventana que me confieso a veces: rescatar un ratito cada día del discurrir sin tino y sin medida de todo lo que sigue suscitando la vida, elevar cualquier cosa a consideración y no solo a descripción . Eso me basta y no hay más intención en estas líneas. No me parece poco.
Con frecuencia me pregunto si los demás tienen alguna obligación de soportar mis ánimos, mis fobias y mis filias, mis comentarios hondos o banales sobre cualquier materia. Y entonces me contengo y soy menos explícito, mando al cesto de los papeles aquello que me araña, o me repito tonto y desvalido sobre los mismos surcos
Hoy mismo sobrevivo sobre un pequeño fracaso que me afecta y sobre todo afecta a una persona querida, queridísima por mí. ¿Tengo derecho a desgranar aquí todos los detalles del asunto, o no debo siquiera ni nombrarlo? Y yo no soy distinto a otras personas. Todas tienen sus cuitas, sus achaques, sus penas en los hombros. Y añado otra variable no menos importante: muchos de esos achaques son más fuertes que los que a mí me afectan. ¿Qué debo hacer entonces si creo en la justicia como una realidad comparativa? No me asisten derechos de quejarme. Tendría que levantar mi cara al cielo y estallar jubiloso, dar gracias a la vida por tanta cosa buena, bailar por sevillanas en este abril lluvioso, cantar hasta dejarme la voz en el empeño. Pero entonces sería un dios menor, crecido y ampuloso, exagerado y largo, presuntuoso y bobo.
No es fácil, lo confieso, moverse en la distancia prudencial y precisa. Para mí y para cualquiera que se acerque a compartir un rato con estas líneas pobres. Sé que si he de pasarme tendría que hacerlo por el camino de la sinceridad; lo contrario caería como chozo de escobas en un día de aire. Pero sé también que yo mismo me recato y me encierro, dejo ver la mitad de la realidad muchas veces, y con ello doy pie a la imaginación en todas direcciones, y al equívoco, y a la conjetura. Y nunca me he planteado el blog como una cosa exclusivamente literaria, aunque lo sea en parte. Quiero decir que todo responde siempre a algún fondo de verdad mental, que hay pose literaria hasta donde debe haberla pero no más allá. Aquella afirmación de Pessoa del “poeta como perfecto fingidor” es verdadero, pero soy un poeta y un creador ocasional, de fin de semana, de ratos perdidos, y no aspiro a ningún premio por ello.
No me resulta fácil siempre la libertad medida del blog en el que escribo. Disculpad el desahogo.

domingo, 20 de abril de 2008

SE EQUIVOCAN



Andan en el PP a la greña desde el mismo momento en el que perdieron las elecciones. Durante estos últimos días, el asunto se ha hecho más público y ya no se recatan y se tiran los tratos a la cabeza unos a otros. En realidad, me parece que esta situación es falsa y que no se corresponde con una pérdida ni con una victoria en unas elecciones. Sostengo que, de una forma o de otra, en los partidos siempre se anda solapadamente a la greña, si bien es más cómodo y llevadero el asunto cuando los votos son mayoritarios. Cuando hay poder que repartir, parece que todo se vuelve muelle y el dolor queda encallado y adormecido por las prebendas y por la lógica del sistema; cuando hay menos poder, todo se torna graveza (“Todo se torna graveza, / cuando llega el arrabal de senectud”). Múdese senectud por falta de poder y ajusta el cuadro.
Pero me parece que se equivocan también de medio a medio los analistas –así dicen llamarse- al hacer del asunto cuestión personal. Si arrimamos al asunto una deriva importante de cuestión personal, todo se nos va luego en apoyos a este o a aquel y en la necesidad de retirar, evitar, ignorar y hasta menospreciar a los que no son nuestros elegidos. Está pasando con los nombres de Rajoy y Esperanza y pasará otro día con Llamazares y cualquiera, o con Zapatero y el que pase por allí.
Creo que la solución apunta por otros caminos y apunta a otras premisas. Lo he escrito aquí otras veces. Entonces me repito y me repito peligrosamente: me estoy haciendo previsible. El elemento humano sustenta y visualiza las acciones, pero antes que ellas deberían aparecer las ideas y las ideologías, las formas de ver la vida, las trabazones lógicas. Y son estas las que tienen que ser puestas sobre la mesa y contrastadas. ¿Cómo se puede entender que sea solo una persona la que mejor puede representar esas ideas? Es ese el momento en el que caemos en el personalismo, en el culto a la personalidad, en las baronías y en los héroes de papel. Y en las adulaciones, en el sí señor y mande usted, en los congresos a la búlgara y en el jefe siempre tiene la razón. Después llegan las designaciones a dedo, con ronchas por detrás pero caras de sonrisa tonta por delante, las listas de aquella manera y el silencio en lugar de los contrastes serenos y pausados.
Y si hay muchas personas que defienden actitudes e ideologías similares, ¿por qué empecinarse en crear figuras únicas, jefes de todo y mandamases de lo humano y lo divino?
Esto vale para todos los partidos, naturalmente. ¿Alguien piensa que no hay mil personas equivalentes o superiores a Rajoy, Esperanza, Zapatero o De la Vega? Y hasta mil uno. Entonces, menos lobos, y menos rompe y rasga. Pero como todo lo tenemos jerarquizado en mandos y sueldos, a ver quien le dice a Zapatero que, cuando deje el Gobierno, se vaya de secretario de una agrupación en la que no va a tener más que disgustos a diario y ninguna prebenda notable. Y si esto no se lo podemos decir a los de la izquierda, ya me veo la respuesta de los de la derecha, siempre con carrera política, siempre ascendiendo y alcanzando poderes, siempre triunfando.
Tal y como está planteado esto, no creo que tenga solución razonable y en nada nos debía extrañar que anden a la greña. Estos y los otros cuando les corresponda. Si a esto le sumamos el espectáculo mediático que se regodea en los personalismos, en los héroes de un día y en la conveniencia y el morbo que supone la quema de personas en efigie para catarsis de los lectores y aumento de la publicidad, todo se complica. Que la caída del árbol no me coja demasiado cerca del tronco. Pues eso.

Mientras tanto, la otra vida, esa que no hace caso a tantos intereses personales, sigue corriendo rauda, verde y acuosa por estos lugares. Ayer no pude echarme al campo, pero Manolo me trajo recuerdos fotográficos de lo que veo e intuyo desde mi terraza.

sábado, 19 de abril de 2008

LAS FRONTERAS

No sé si es lo más hondo vivir en la frontera. Vivir en la frontera de las cosas u hollar los territorios interiores. ¿Existen las fronteras? Y, si existen, ¿cuál es su cometido? Vivo en un mundo globalizado en el que circulan a su antojo los capitales pero de manera mucho más restrictiva los seres humanos, siempre al servicio de las grandes cifras, al mando del sistema, que no puede quebrar pues que las crisis no son más que ajustes para acudir en auxilio de esos mamuts gigantes y procurar que no se tambaleen.
Observo que existen grupos humanos numerosos que agitan las fronteras físicas como escudo de todos sus desvelos, como preocupaciones inmediatas. En eso gastan vidas y desvelos, sacrifican las vidas de los otros y no dejan que corra la alegría. No entiendo demasiado esas fronteras con aduanas físicas.
Pero hay otras fronteras morales y económicas, religiosas y humanas, políticas, vitales, que jalonan la vida, que me aguardan todas las mañanas en cuanto salgo al aire. Son fronteras sin cuento, que provocan a todo el que las mira. A mí también, seguro. Porque quiero asomarme al otro lado de la valla, para ver lo que crece y lo que vive, para sentir si es buena la diferencia oculta, para escapar del aire que me ahoga, para sentir el placer de lo prohibido, para sentirme ciudadano de otra parte del mundo.
Vivir en la frontera acaso es necesario y conveniente, al menos en momentos decisivos, sentir el filo de la navaja cómo te pasa por el cuello y la cara, te acaricia la barba y te la lleva, sentir cómo negocia con la piel y la respeta, siempre al borde de un medio disgusto entre ambas. Todos somos fronteras. Primero de nosotros mismos, entre una acción y la siguiente, en su encadenamiento, en el futuro incierto y en el pasado ido. Después están las fronteras con los otros, siempre desconocidos, siempre al acecho desde otras perspectivas diferentes.
El mundo es una realidad de fronteras, de saltos al vacío, de exploraciones múltiples, diarias, momentáneas. Uno se encuentra a gusto recluido en un territorio propio, conocido, el de diario, el de siempre, aquel por el que se hace huella sobre pisadas viejas. No está mal, me encierro muchas veces cuando me siento débil, es como una manera de reconocer lo débil y asustado que me encuentro. Pero tengo que hollar otros caminos, levantar bien la vista, mirar al horizonte con ternura -nunca sacando pecho ni comiéndome el mundo-, pensar que en el futuro me aguardan buenas cosas, y explorar con sorpresa otras posibilidades. El día que renuncie a explorar las fronteras, seré un ser sometido a la repetición. Y ya me habré hecho viejo, previsible, huevón y prescindible.

viernes, 18 de abril de 2008

ASÍ, SIN HACER RUIDO.

ASÍ, SIN HACER RUIDO

No sé cómo ni cuándo (¿Quién lo sabe?)
pero es banal y cierta su llegada.
Cualquier tarde me iré sin hacer ruido,
sentado entre la niebla, genuflexo,
apartado y litúrgico, vacío
del sueño de la luz y de los cuerpos.

Quiero que sea así, como un fantasma
que se aleja desnudo y solitario
sin hacer casi ruido: que a mi olvido
solo acudan los más cercanos deudos.

Acaso luzca el sol o llueva frío,
tal vez se despreocupen mis amigos
de hacer saber al mundo
que yo me estoy marchando para siempre.

Seguirá la epidemia en las aceras,
la risa de los niños, los veranos,
de las gentes los malos entendidos.

En un rincón del parque unos muchachos
se seguirán amando cada día,
florecerá la rosa en primavera
y la cigüeña será fiel a su nido.
Habrá besos y lloros, y las noches
recogerán la savia de los días.
Luego amanecerá
y de nuevo la luz se hará sencilla,
como cada mañana.

De aquel fantasma oscuro y solitario
nadie tendrá noticia pues su huella
será camino y senda del olvido.

jueves, 17 de abril de 2008

¿POR QUÉ TANTO ODIO EN TANTA GENTE?

Se emplean ríos de tinta en adjetivar al nuevo Gobierno. Naturalmente, hay opiniones para todos los gustos y para todos los malos gustos. Algunas expresiones y hasta mares de fondo en algunos comentaristas y columnistas no resisten ni un pase, articulan tal cantidad de mal gusto y zafiedad que uno no sabe muy bien cómo tomarlas ni a qué carta quedarse. La convivencia así, con estos mimbres, resulta muy difícil. ¿Cuál es la reacción más adecuada? ¿Acaso es el silencio? ¿Conviene responder en igual tono? ¿Es mejor ignorarlos? Confieso que no sé cómo se acierta. Porque los que así opinan son personas que viven al lado de los otros, que pasan por la calle, que, en nombre de la libertad de expresión, despotrican y disparan a todo lo que se mueve sin encomendarse ni a nada ni a nadie, dando fe bien cumplida de que lo que interesa es disparar al bulto, aunque no se conozca si la pieza es sabrosa o acaso no es ni pieza.
Me sigo preguntando cada día por qué tanto odio y en tanta gente, por qué las dos Españas tan al vivo, por qué este enfrentamiento. Hay gente que se ampara en algo que parece un paraguas universal y que se denomina libertad de expresión. Parece que tuviera una espita por donde sale el agua a borbotones y anega cualquier campo, y parece que lo que importa es disparar, disparar y disparar. Expresar opiniones resulta saludable, incluso aquellas que choquen con las verdades más establecidas. No siempre la comunidad tiene razón y a veces se equivoca y sostiene costumbres trasnochadas y muy poco fundadas. Criticar al poder también es refrescante porque espabila a todos y no deja dormirse en los laureles. Pero supurar odio, dejarse la patita al descubierto por debajo de la puerta, echar la cabra al monte en cuanto le dan paso, no es señal de salud sino de grave enfermedad de convivencia. Y las enfermedades no se curan con mala voluntad, ni sanan las heridas atizándolas siempre. De ese modo solo crecen las postillas, se suceden castillos en el aire llenos de malos entendidos, se suscitan los enfrentamientos personales y se velan las posibilidades de la serena discusión y del contraste de pareceres y opiniones. A mí ya me da miedo casi todo, no entiendo casi nada, me acomplejo y evito la pelea, suspiro por la buena voluntad, no me apetece nada describir vencedores ni vencidos. En fin, que yo alucino leyendo y escuchando ciertas cosas. Y no sé cómo huirlas o darles esquinazo, pues también forman parte de mi vida, de mi vida diaria.
Este ambiente de locos lo he visto en el asunto del cambio de gobierno, pero creo verlo cada día en demasiadas esquinas. Hay en algún otro sitio vertidas opiniones sobre el sabido cambio de Caldera que supuran la hiel y expresan la barbarie también contra un paisano. Ni siquiera respetan la ley de educación con un vecino. Qué pena da leerlas. Y no es la diferencia de criterios, tan saludable siempre, sino sencillamente la evacuación forzada de todo disparate, el insulto a destajo, el improperio. ¿Cómo se puede vivir con tanta hiel adentro?
Tal vez pensar en estas cosas, para mandarlas todas al olvido, me haya salvado un poco en esta tarde. Es suficiente. Con eso solo basta.

miércoles, 16 de abril de 2008

SIEMPRE SON MIS ALUMNOS ESOS JÓVENES

SIEMPRE SON MIS ALUMNOS ESOS JÓVENES

Aprendí a envejecer en esos cuerpos
tan jóvenes y hermosos,
que cada primavera se renuevan
y enseñan a la luz
todo lo que del mundo han aprendido.

Los miro y me aniquilan. Soy celoso
del azul admirable en sus miradas,
de sus palabras limpias, de sus manos
abiertas al amor, de su desprecio,
altivo y desdeñoso, del futuro.
Parece que en sus tiernos manantiales
se oye siempre el sonido cadencioso
de la misma agua fresca y cristalina,
que corre sin pensar en su camino.

Nunca forman estanque
ni admiten con agrado la demora.
Todo es bullicio y vida,
sensación, emoción, corazonada;
el tiempo circular se ha detenido
a festejar con mimos el presente
y no hay conjugación que dé noticias
del pasado o futuro en sus semblantes.

Yo envejezco sin tregua, me devoran
las señales del tiempo, ese enemigo
que se ha fijado en mí
con dedo acusador e inculpatorio.

Y los miro y me miro,
me paro y los contemplo:
siempre la misma edad,
la misma perfección,
el mismo acabamiento.

Entretanto mi cuerpo cumple años,
yo doy fe de la vida en esos cuerpos,
descreo de la paz del calendario
y, a veces, pongo cara
de asistir a esta fiesta con desgana.

martes, 15 de abril de 2008

CON LA VENTANA AL AIRE

Alguna excursión programada hasta Mérida me permite unos minutos frente al teclado. Sin alumnos, sin clase en esta hora, con el silencio en los pasillos, con la ventana al aire y al fresco de la mañana, con el sol en todo lo alto, fresco y azul, con la mañana limpia, con mi ánimo un poco más entonado, con la sorpresa y la alegría de la página Afinidades Electivas, en la que me encuentro, tras el empeño de José Luis Morante, junto a toda una troupe de poetas de todo pelaje, con las canciones de Serrat y los textos de don Antonio Machado para mis alumnos, con la obsesión del ser español y con el desprecio por los señoritos provincianos, de cabeza hueca y apariencia pura, con todo el mundo moviéndose a sus anchas, con todas las penas despeinadas, con todas las alegrías recogidas, con un sistema educativo tan manifiestamente mejorable, con un teclado antiguo y casposo, con unas impresiones dispuestas para el más y un poco menos para el menos, con esta primavera ya reinante, con todas las palabras al borde de la boca, luchando en desbandada por hacerse camino, con ung ris horizonte en tantas cosas, con el mundo tomado por montera, con esa confusión tan relativa en la que yo me instalo cada día, con...
Todo me conforma y me sostiene, todo me convoca y me encamina y me concreta en estos minutos, tan irreales y tan reales como otros, como los siguientes y como los anteriores, como los de mañana y como los de ayer. La única diferencia es que ahora me hallo ante el teclado, en un espacio abierto hacia la calle y en un tiempo impreciso.
Hace tan solo un rato leía a mis alumnos textos de Antonio Machado y dibujaba un horizonte gris sobre algún estereotipo de ser español, esa preocupación cansina de todo el Grupo del 98 sobre la realidad española. No sé en qué medida se puede aplicar esa crítica a los hombres de hoy. A mí me parecía estar mirando a los hombres de este casino provinciano que tenemos en Béjar, con partida a las tres y partido a las nueve. Tampoco sé en qué medida se pueden dar por aludidos chavales que apenas se abren a la vida y que no tienen criterios prefijados todavía. O sea que, aun sintiéndome yo tan cerca del maestro, me queda la duda razonable de si merece la pena el esfuerzo de su poesía y de su pensamiento en unas mentes que andan muy lejos de su espacio y de su tiempo. Y, si esto es así, ¿cómo hacer más cercano el mundo de la creación, la satisfacción de lo desconocido y el placer de lo bello? Otra vez en la duda, como siempre, como todos los días. Y nada vale nada, ni siquiera don Antonio Machado, si no es para incorporarlo a las vivencias de quien lee sus textos, a las vivencias de todos estos muchachos y muchachas. Sigue fallando algo y hay cosas que no ajustan. Acaso habrá que tirar algún día todos los papeles ya escritos y empezar a escribirlos con nuestras propias manos, con las propias manos de los muchachos, con sus limitaciones y con sus potencialidades, que no son pocas.
Voy a seguir con ellos en un rato, con la lectura y con la escala de valores que destilan los textos de Machado. ¿Servirá para algo?

lunes, 14 de abril de 2008

EL BUEN PASTOR

Cada día, cuando voy a mi trabajo, paso por delante de la fachada de la Residencia de El Buen Pastor. A esas horas, ya la actividad ha tomado cuerpo y los ancianos se mueven de un sitio para otro. Me resulta inevitable pensar cuánta experiencia se acumula callada entre esas paredes, cuántos años de vida y de muerte, cuántas energías reducidas, cuántas pasiones calmadas, cuánta vida puesta en stand by.
Leo en algún sitio que esa institución tiene casi un millar de asociados. De sobra sé lo que significa este centro para la ciudad, pero no tenía idea de la cantidad casi ingente de personas que ayuda económicamente a su mantenimiento. Hasta el punto de que resulta difícil pensarlo y creerlo. Hay en esa casa un buen resumen de la buena voluntad de muchas de las personas de esta pequeña ciudad y de la tradición de solidaridad que se encierra entre sus paredes.
Anda El Buen Pastor empeñado en ampliar las instalaciones, y ya tiene muy adelantadas las reformas. Pronto se inaugurarán y, en aquel momento, se pasará de la atención de 8o residentes a 122. Si ya significa un lugar al que acuden muchos bejaranos en sus últimos años, desde ese momento significará que muchos más lo podrán hacer, casi el cincuenta por ciento más. Y, a pesar de todo, tiene una lista de espera larguísima. De su mantenimiento se ocupan diecisiete trabajadores más catorce personas que conforman la junta directiva. Este sí que es un buen ejemplo de austeridad y de economía. Cuántas horas gastadas por los directivos de turno, cuánta necesidad atendida sin pedir nada a cambio.
Pues me entero de que aspiran a doblar el número de benefactores. !Hasta dos mil! ¿Cómo es posible esto? Se me hace difícil hasta pensarlo. Pero no es lo más importante que se consiga o que no se consiga, sino el intento puesto en ello. !Qué cantidad de buenas voluntades! !Cuánta solidaridad! !Qué derroche de bonhomía!
Hay algo que me intranquiliza cuando pienso en el futuro de este centro benéfico: si con el volumen actual de beneficiarios no resulta sencillo el sostenimiento con la estructura de una junta que actúa desde su mejor voluntad pero sin recibir nada a cambio, ¿cómo se va a poder mantener eso si se aumentan tantas plazas? Sospecho que, a pesar de todo, las formas van a tener que cambiar, y las fórmulas tan hermosas de apoyo y de ayuda incondicional se tendrán que adaptar a fórmulas más profesionalizadas. Si ese cambio se hiciera necesario -yo lo veo inevitable-, habrá muchas personas ajenas al día a día de la casa que no lo entenderán fácilmente.
Mientras tanto, la vida y el bullicio tranquilo y diario siguen entre las paredes de la Residencia de El Buen Pastor, dejando pasar el tiempo, dejando correr la vida, viendo de cerca a la muerte, compartiendo ilusiones y fracasos, sosteniendo desilusiones y tristezas, acompañando a los que están más solos, y haciendo un guiño a la vida en su transcurrir diario. Ahí están cada día los ancianos, las gentes de estas tierras más cargadas de experiencia vital, los que se sientan y esperan, y, mientras esperan, nos miran con mirada perdida. Yo sé que están ahí cada día cuando paso. Buen reducto este para reflexionar sobre el paso del tiempo y sobre el sentido de la vida.

domingo, 13 de abril de 2008

JESÚS CALDERA

Necesito decir unas palabras. He vuelto satisfecho de andar por esas tierras extremeñas pero también con algo de tristeza colgada en mi mochila. El rumor estaba muy extendido y se hizo noticia: Jesús Caldera deja el Gobierno. No he nacido en Béjar pero me siento bejarano. Aquí vivo, aquí he pasado casi toda mi vida, aquí han nacido mis hijos, aquí están mis raíces familiares, aquí he querido seguir trabajando a pesar de otras oportunidades, y el futuro me mira en estas tierras. Jamás he ocultado mis ideas de izquierdas, que exhibo con prudencia, tratando de respetar las de aquellos que opinan de otra forma, nunca he tenido una relación próxima a Jesús Caldera a pesar de la proximidad de militancia y de ideas. En fin, que lo que digo lo digo con distancia y sentimiento a la vez.
Renovarse en los cargos es algo que se encarna en la naturaleza de las cosas; por tanto, este cambio debería ser visto con prudencia, sin levantar la voz en demasía, como otras tantas cosas. Pero hay aquí evidencias que desentonan mucho y que hacen del hecho una noticia al menos no esperada. Jesús Caldera estuvo desde el primer momento en el lanzamiento político del actual Presidente del Gobierno, en aquella llamada “tercera vía”, ha sido siempre un peso pesado en el PSOE, él ha sido el coordinador de los dos últimos programas que han recogido la confianza de la mayoría de los españoles, y, sobre todo, por sus manos han pasado las leyes de mayor proyección social de los últimos cuatro años. Leyes como la Ley de Dependencia justifican -lo he afirmado en otras ocasiones- toda una legislatura. Pero es que a ella hay que sumar muchas más de intenso calado social y socialista. Como él decía con frecuencia, era el ministro de las personas, el que trataba los asuntos mirando a los ciudadanos como personas con necesidades y con valores. Sostengo que va a ser difícil volver a encontrar otro ministro con la trayectoria social de Jesús Caldera. Yo me siento orgulloso, muy orgulloso de ser su paisano y de pertenecer a una línea política e ideológica similar.
Béjar pierde también un gran apoyo y tal vez algunas realizaciones importantes. Ahí están las Premisas, la Casa del Buen Pastor, el parador y tantas otras obras en proyecto. Sinceramente, creo que Béjar no ha tratado demasiado bien a uno de los vecinos que más ha luchado por conseguir mejoras para la ciudad. Algo similar ha ocurrido en la provincia. Los medios de comunicación en general han sido sencillamente despiadados con él y no quiero leer ni oír los comentarios que pueden aparecer estos días. Así somos de agradecidos. Y todo ello sin contar con que un buen ministro socialista tiene que mirar para toda la colectividad y no para su patria chica, llevando la ayuda allí donde más se necesite.
En los tiempos que corren, no entiendo demasiado una plataforma política que consiste en presidir una fundación. Aunque tal vez sea la hora de reivindicar de nuevo la necesidad de una ideología como sustentadora de un ideal político y de un programa social y de gobierno. Ahí podrá echar el resto. Cabeza no le falta, espero que tampoco ganas. Los que reclamamos ideología por delante de todo podríamos estar un poco contentos. No estoy demasiado seguro de que la sociedad le haga mucho caso a las ideas. Ojalá se generen y consigan impacto.
Por mi parte, gracias por todos estos años, por entender que el hombre es algo más que pasta y que tantos por ciento, por desarrollar programas de incidencia social, por ser humano, no más, eso es bastante. Y a seguir practicando desde cualquier espacio y cualquier tiempo. Como tantas personas, como tantos paisanos anónimos y oscuros, ajenos a los medios, retirados del cauce de las voces, activos día y noche, al servicio de todo ser humano.
Gracias por todo.

sábado, 12 de abril de 2008

OTRA VEZ EL AMBROZ

Necesito seguir metiendo imágenes en mi cabeza para que mis sentidos se repartan y no miren siempre al mismo horizonte. Hoy le ha tocado el turno al Valle del Ambroz. Con Jesús y Manolo, mis dos montañeros de cabecera, he emprendido el camino de la frontera entre Salamanca y Cáceres, bordeando el pantano de Navamuño, un poco más alto tras las intensas lluvias de estos últimos días, pero todavía bastante sediento y con el cazo dispuesto a recibir todo lo que le llegue. El azud lleva agua y seguirá creciendo, los regatos que bajan del Cancho de la Muela y de Peña Negra también dejan su líquido en la presa.
Pero la frontera entre valles está ahí mismo y enseguida llegamos en coche. Al otro lado se abre, extenso y amplio, el valle del Ambroz. Hay una carretera que se hunde durante doce kilómetros por lo hondo del valle, pero la visión desde lo alto resulta majestuosa. Hoy el aire está más limpio y parece que huele de otra manera. El cielo está azul y nítido. También "Dios está azul y anuncia ya su sol de primavera". El panorama que se dibuja tiene como cabecera la imponente masa del Pinajarro, allá en lo alto, como vigilando todo, como padre del valle, como aguilucho en el cielo. Las dos laderas cierran y abren paulatinamente el horizonte hasta dar lugar al pueblo de Hervás y a las llanuras de la alta Extremadura, entre las que destacan la presa de Baños y el majestuoso pantano de Gabriel y Galán. Lo demás ya es llanura y amplitud.
La primavera anda fragante, luminosa e intensamente verde. Aquí arriba es el gris el que destaca pues aún los robles empiezan a echar hojas. Pero enseguida se ofrecen los verdes más tiernos y algún blanco de la flor del cerezo. En cuanto se extiende la vista, verdes y más verdes, con una intensidad desconocida. Parecen las hojas niños asustados que abren los ojos por primera vez. En pocos días se harán fuertes y grandes, llenarán el paisaje, harán crecer los árboles, y darán fe certera del triunfo de la vida. Qué vista tan hermosa.
Pero los valles son para gozarlos, para anegarse en ellos, para meterse dentro de sus hoces y barrancos, para sentir el agua corriendo por gargantas y regatos. Y vaya que si lo hacemos. La nueva carretera (ha sido arreglada hace poco tiempo) nos permite contemplar el paisaje más despacio. Lo que antes eran apuntes de brotes en los altos robles empieza a ser ya frondosidad por todos los lugares. Los robles, los cerezos, los arces, los espinos albares, los primeros apuntes del castaño, los pinos sempiternos, las escobas cargadas de amarillos, los rosados brezos colgados de lo alto. Todo en fin es muestrario de firme primavera.
Ya bien andado el valle, una pista se aparta del asfalto y emprende una subida suave y hasta delicada. Alguien la ha bautizado -no sé si con mucho acierto- la pista Heidi. Por ella deslizamos nuestros pasos. Esta pista camina siempre a media ladera, con el Pinajarro echado encima de nosotros, las dos paredes del valle a los lados y el frente abierto y casi infinito. Los pueblos y los verdes intensos a los pies, las pedreras, los torrentes, el silencio que suena, la limpidez del aire, los restos de la nieve, el sonido de algunos altos pájaros que vuelan a su antojo, todo esto aquí en lo alto, lejos de las aceras y los coches, ajenos al bullicio y a las prisas.
Por aquí hemos echado la mañana, hemos perdido alegremente el tiempo, hemos mirado al cielo, hemos charlado, algo hemos arreglado las penas de este mundo. Yo, como en tantas mañanas, en el campo me siento más solo y más entero, más yo y menos la oscura circunstancia, un elemento más de tanta piedra, de tanto árbol tranquilo y solitario, un peregrino más que no controla ni el tiempo ni el espacio, pero que aquí se siente más tranquilo. No es poco, lo aseguro.

A la vuelta me entero de lo que ya sabía, o al menos presentía: Jesús Caldera sale del Gobierno. Escribiré ahora mismo unas palabras que alojaré en otro sitio. Mañana las dejaré en esta ventana.

viernes, 11 de abril de 2008

TODOS RICOS

Este jodido mundo se articula en anhelos de amor y de justicia, pero siempre se anda lavando la cara con el jabón de la caridad. La practican los bancos cuando conceden préstamos, o eso les parece; la conceden las beatas el día de cualquier fiesta o en la misa de doce para salvar su conciencia; la realzan las mismas y los mismos cualquier jueves de Corpus con las mesas expuestas en las calles; la practican los dueños con alguna limosna a sus criados; la miran bien las fábricas con la cesta de marras en días de Navidades... En fin, es cosa seria para quien tiene pasta. Los otros, los de abajo, los que apenas vislumbran con sosiego los últimos días del mes apenas la practican. Son unos descreídos, no les alcanza el título del bien caritativo, practican con ahínco el egoísmo, hay que llamarlos muy seriamente al orden.
Fuera ya de coñitas, también en este asunto me confundo. Parece evidente que la caridad se practica como sustituto de la falta de justicia, pues un mundo en justicia no necesita de los caritativos. Hasta ahí todos de acuerdo. O casi. ¿Y mientras esto llega? ¿Qué hacemos esperando? Y un eterna pregunta: ¿Quién sabe articular esa justicia para que nada quede al albur de las conciencias? La ley es poca cosa, abarca solo parte de la vida, es pobre y desvalida, se deja mucho fuera de sus artículos, no hay forma de atrapar la realidad diaria. Y es ahí donde aparecen esos otros conceptos, peligrosos porque son la certeza de la desigualdad, pero acaso necesarios para seguir viviendo, aunque sea malamente y al amparo de atracones de mala conciencia que se aplaca con dádivas de la bolsa de sobras. Este juego perverso que defiende las desigualdades desde las capacidades diferentes de los seres, cuando no se parte de igualdad de oportunidades -y eso no se cumple nunca-, nos trae estas desdichas y estas dudas.
Por eso me resbala la caridad en la teoría pero la entiendo en la práctica, como actitud diaria, como signo de buena voluntad, como forma discreta de sustituir tantas desigualdades inmediatas, como disposición de ayuda,como forma de acallar la conciencia.
Y hay caridad con tintes económicos, pero también con tintes literarios, religiosos, sociales, de palabras. Una conversación ofrecida con buena voluntad a quien la necesita no es mala caridad. Y esto no está en las leyes, sí en los actos diarios de buena práctica. Y no hay que sacar pecho para hacerla. Hoy prefiero quedarme con esta variante de la caridad. Esta me sirve. Qué curioso que de esta liberalidad puede presumir también el pobre frente al rico. Quizá por eso aquel anónimo: "La caridad del pobre consiste en querer bien al rico". No para ser esclavo agradecido, por supuesto, sino para sentirse bien con uno mismo y para descubrir que entre todos podemos ofrecernos un buen intercambio caritativo. Porque hay ricos que no tienen más que dinero pero hay otros más ricos en un sin fin de cosas. Es hasta muy posible que todos seamos ricos.

jueves, 10 de abril de 2008

¿!QUÉ CARA!?

Las prisas, los descuidos, la dejadez, me empujan a no detenerme demasiado delante del espejo. Pero es inevitable cada día, cuando salgo del sueño, me afeito y me preparo para el baño, ver cómo me devuelve el espejo mi cara y mi mirada. Los años se acumulan al otro lado de la frontera y se vuelven contra mí, llenando mi cabeza de consciencia. Me pregunto si seré como me veo; y, aun más, me pregunto si los demás me verán en mi cara como realmente soy. ¿Es acaso la cara el espejo del alma? Como en todos los campos, tengo dudas. Naturalmente preciso que alma se refiere a la forma de ser y a la conciencia. Sí parece evidente que es una de las primeras aproximaciones que hacemos a cualquier ser. Su cara y su mirada nos frenan o nos acogen, nos atraen o nos despiden con cajas destempladas.
Acaso es la mirada la que mejor refleja el estado de ánimo de un ser. Pero con mucho tiento, que la equivocación nos puede llevar a la confusión en cualquier momento. Hay ojos que te miran y te matan; hay ojos que te miran y te aman. Pero hay ojos que evitan la mirada por efecto inmediato de la timidez. Y hay caras y miradas que no pueden esconder nunca un estado de ánimo demasiado exaltado.
Hay seres que caminan cabizbajos, con la mirada al suelo, como buscando el alma de las cosas a ras de las baldosas; los hay con la mirada por montera, perdonando al de enfrente, o tal vez afrontando la vida como quiere manifestarse, sin complejos ni escudos, sencillamente al pairo de los días y de las horas.
Necesito un tratado que me oriente y me guíe. También aquí soy ciego, y quiero mi mirada y las miradas de los que me rodean. Las quiero limpias, claras, sin malicia por dentro ni por fuera, con buena voluntad y sosegadas, con la duda en la esquina y la ilusión en medio. Y con el iris alto, con todos los colores a destajo, que el aire tibio y sano de la buena voluntad se cuele por todas las ventanas, que una mirada indique el espacio abierto de todos los caminos, que no haya demasiados maquillajes que perturben la realidad interna de las cosas. Y quiero que me miren a la cara, con la ternura al hombro, con el cariño al frente. Si yo supiera qué me dice mi mirada...

miércoles, 9 de abril de 2008

TARDE DE MÚSICA

Hay días cargados de lluvia (ya era hora); hay días cargados de sol; hay días cargados de risas, de llanto y de sal, y hay días cargados de música.
En los últimos días han llegado a mis manos discos con buena música, discos que dormían en la colección de Monolo Casadiego y que ha tenido a bien trasladarlos hasta mi casa para que yo los oiga, los reproduzca y haga con ellos lo que quiera. Gracias, amigo. Hay discos, deuvedés y muchas notas dulces en sus surcos. Hasta once cedés componen solo la colección "Il Giardino Armonico". Y aquí hay música de Bach, Biber, Corelli, Locke, Monteverdi, Rossi o Vivaldi, Uccellini, Rognoni, Piccinini, Torelli y muchos más. Dicen que la música amansa a las fieras. Yo no estoy precisamente hecho un fiera. Pero también la música anima el corazón y le da empuje, lo saca de la niebla y lo sitúa a la luz del sol y le da viento. Con ella "el alma se serena / y viste de hermosura y luz no usada...", y a su amparo se mezclan las imágenes y se armoniza el tiempo,se olvidan otros hechos que perturban la paz.
De modo que aprovecho y me anego con ella, me divierto con Bach interpretado al modo brasileño, con la maravillosa voz de Cecilia Bartoli, o con los pianistas Rosa Savater, Federico Mompou o Esteban Sánchez.
Fuera cae la lluvia, la gente tiene prisas y se enfada, el mundo es contemplado por muy diversos ojos, hasta el punto de hacerse tantos mundos como pares de ojos, y la naturaleza grita su angustia por la vida en estos días de primavera. Qué torbellino es todo, qué cantidad de savia saturando el misterio de la vida. Si en realidad supiéramos encauzar con cabeza tanta energía. O acaso sin cabeza; tan solo con la aguja certera del sentido común y la materia blanda de la buena voluntad.
Hay que vivir, vivir, vivir, y, mientras queda un resquicio de vida, seguir viviendo. Si yo supiera hacerlo con potencia...

Hoy recuerdo este breve poema de hace tiempo:

Amanecer, nacer, amar.
Anochecer, morir, seguir amando.

martes, 8 de abril de 2008

RETRATO EN NEGRO

La cultura grande, aquella que afecta a todos y que vamos conformando entre todos, nos marca de una manera casi indeleble y va articulando en nosotros una escala de valores que se nos mete en lo más profundo y que actúa luego como sin censura, como si se tratara de algo de ley natural. A ello se ajustan luego los comportamientos y no hay manera de cambiarlos. Ni siquiera, en muchas ocasiones, por los sujetos más concernidos, aunque sean tratados peor que mal. Se podrían poner mil ejemplos, pero hoy me quedo con el que afecta a la consideración histórica de las mujeres.
Releo estos días con mis alumnos La Celestina, obra que almacena casi todo, que se desborda por todas partes, que enseña como casi nadie, y me encuentro perlas tan sucias como la siguiente (se refiere a la naturaleza de las mujeres, Auto 1): "...muchas hubo y hay santas y virtuosas y notables, cuya resplandeciente corona quita el general vituperio. Pero de estas otras, ¿quién te contaría sus mentiras, sus tráfagos, sus cambios, su liviandad, sus lagrimillas, sus alteraciones, sus osadías? Que todo lo que piensan osan sin deliberar. ¿Sus disimulaciones, su lengua, su engaño, su olvido, su desamor, su ingratitud, su inconstancia, su testimoniar, su negar, su revolver, su presunción, su vanagloria, su abatimiento, su locura, su desdén, su soberbia, su sujeción, su parlería, su golosina, su lujuria y suciedad, su miedo, su atrevimiento, sus hechicerías, sus embaimientos, sus escarnios, su deslenguamiento, su desvergüenza, su alcahuetería? Considera !qué sesito está debajo de aquellas grandes y delgadas tocas, qué pensamientos so aquellas gorgueras, so aquel fausto, so aquellas largas y autorizantes ropas, que imperfección, qué albañares debajo de templos pintados!"
Y eso que esta obra rompe ya definitivamente la Edad Media y se sitúa en el umbral del Ranacimiento. Con asuntos como este, de muy poco sirve eso de la estructura, de los actos, de comedia o tragicomedia, de los diálogos, del léxico o del sursum corda. Han pasado cinco siglos desde entonces. Es tiempo. Habría que ver en qué medida han cambiado las valoraciones y quién ha contribuido a que esto se haya producido. Tengo para mí que nos encontraríamos alguna sorpresa negativa en el análisis. Cualquier día volveré sobre ello.

lunes, 7 de abril de 2008

EL ÚLTIMO PELLIZCO

Cualquiera que se ponga a escribir, a juntar palabras ordenadamente, con alguna voluntad de estilo y con el último e íntimo deseo de producir en sí mismo o en el otro un estremecimiento, está aprendiendo el camino del artista. Son tres los elementos que configuran el arte de la palabra: el propio uso de la palabra como herramienta, su ordenamiento de una forma especial y misteriosa que no hay quien la defina porque entonces desaparece el arte y se abre la fábrica de porcelanas todas iguales, y el pellizco emocional al que siempre se aspira en el receptor y en el propio creador. Ahí está todo el mundo del arte, también el arte de la palabra. El primer elemento es obvio y mostrenco, no necesita ninguna explicación, como tampoco necesita el músico acreditar que utiliza las notas musicales para componer. Es básico el segundo y a la vez muy complejo. ¿Cuál es el orden bueno, el fetén y el acertado? Aquí vienen los llantos y las diferencias. El arsenal retórico es inmenso pero a veces se reduce por la falta de su conocimiento, y a veces se amplifica en un retorcimiento exagerado. ¿Cuál es el punto medio? ¿Dónde poner el límite? Luego vienen los gustos, y lo que para uno es adecuado para el otro resulta remilgado, y lo que para una tendencia es ajustado, para otra resulta materia desechable. No hay modelo unificador; por eso las disputas, las falsas disputas pues todas las variables seguramente son buenas si el que las sostiene sabe sostenerlas con lógica y continuidad. Ahí radica la clave de esto de las tendencias y de los estilos. Y de las variables, y de los premios, y de las clasificaciones, y de las ventas, y de… y del mundo de la creación literaria y de la escritura en general, ese espacio infinito en el que caben Góngora y el realismo sucio, el nivel más coloquial y la sinfonía retórica más desatada.
Y, con ser este segundo elemento fundamental, es el tercero el que da la nota final a la creación. Nadie sabe muy bien por qué caminos se llega, pero todo el mundo reconoce que hay que llegar al lugar de la emoción, al abrevadero en el que uno bebe y se queda contemplando las imágenes, tocado en el espíritu y con una sensación extraña que puede ser tanto positiva como negativa. Cuando es positiva, el fin está logrado; cuando es negativa, también se ha conseguido el final del camino, aunque no con los resultados deseados.
¿En qué manera tiene que ser consciente el creador de este proceso? ¿Y el lector y el oyente? Acaso no del todo, pero el proceso está ahí, rascando en la mente y en los sentidos de todos nosotros.
Parece una lección elemental de introducción en el arte. No me está mal recordármelo.

domingo, 6 de abril de 2008

DOY FE DE ELLO

Hoy todo lo han llenado la luz de Gredos y mis paseos por su geografía. El Puerto del Pico y su Calzada Romana, la Villas, con Mombeltrán como cabecera y su castillo en medio, Hoyos del Espino, con el Almanzor al fondo, y toda la serranía como barco flotante en el azul de los cielos. El Puerto del Pico viene a certificar la dificultad de paso entre la meseta inferior y la superior en todo este occidente de España. Puerto del Pico, Tornavacas y Calzada de la Plata, por aquí, por las tierras bejaranas, son los únicos resquicios que permiten angostamente el paso entre una zona y la otra. Por eso la acidez de los caminos, su permanencia a lo largo de los siglos, y la incomunicación entre seres tan próximos geográficamente. Bienvenidas sean las nuevas vías, aunque estén tan ridículamente llenas de moteros como estas.
En Hoyos del Espino tengo un poco de tiempo para sentir la hermosura de la casualidad. Por la estrecha carretera veo caminar con firmeza a un anciano. Me acerco, lo saludo y lo invito a que suba a la acera y se aleje del medio de la vía. "No, me dice, me guío por las rayas blancas y además no tengo que subir ni bajar". Lo miro y me sorprende su aspecto. Pregunto por su edad. "Cuántos me echa?". "Ochenta y cinco". "Pronto voy a cumplir los ciento cuatro". Me paro y lo saludo, lo felicito y vuelvo a mirarlo sorprendido. Va él solo hasta el bar a pasar un rato con "los suyos". Camina bien erguido y pega bien la hebra. "Yo he ido muchas veces a Béjar". Y se arranca a cantar la primera estrofa de la Bejarana. Yo ya no sé qué decir al comprobar la firmeza de su memoria. "¿Cómo se llama?" "Julio Chamorro" "Y dígale a cualquier montañero bejarano que presuma de haber subido muchas veces al Almanzor que no habrá subido ni la mitad de las veces que lo he hecho yo". Lo acompaño gozoso hasta la puerta del bar. Parece que el tiempo lo tiene congelado y que la muerte se ha olvidado de él. Yo me pido otro tanto para mí. Qué planta, qué memoria, qué autonomía. En el altar de Gredos, en el fresco de Hoyos del Espino, Julio Chamorro lleva a cuestas sus ciento cuatro años con una dignidad a prueba de bomba. Yo anduve hoy por las sierras y los aires, me cansé y bebí el agua de sus nieves, quedé cansado y alegre. Aquí doy fe de ello. Hasta mañana.

sábado, 5 de abril de 2008

UNA DE RELATIVISMO

Cada día me confirmo más en la idea de que todo es comparativo y de que nada se puede definir sin la presencia de otros elementos con los que ser comparado el concepto. Me vale para la justicia, para el deporte, para la enseñanza, para la religión, para la economía..., para la vida en general. Por eso resulta tan importante abrir los ojos, extender la vista y hacerla panorámica, detenerse un momento a contar y a percibir otros fenómenos, escuchar lo que viene de fuera, no encerrarse demasiado en uno mismo, sentir otros sentidos, notar el latido de otras personas, hacer más relativo lo que ya es relativo. ¿Hay algo absoluto por algún sitio? Y, si lo hubiera, el ser humano, por comparación, ¿no debe situarse en la relatividad de sus acciones y de sus conocimientos? ¿Hasta dónde puede llegar en sus comprensiones?, ¿cuál es el cuajarón de las cosas que relamente percibe?, ¿cuál es la última capa de la cebolla que sabe salada?, ¿hay más capas debajo de esa? No sé si realmente importa porque lo que realmente se percibe es que no todos llegamos a degustar de la misma manera.
No llevo buenos días por razones que no importan al caso. Hoy he sentido la necesidad de llamarme a mí mismo la atención por comparación con algún amigo que está pasando peores ratos. En un momento me he sentido privilegiado y sin derechos para bajar el tono de mi ánimo, con la obligación de hacerle un guiño cómplice a la vida y de decirme, colega, qué suerte tienes.
No hay nada, pues, que roce en lo absoluto, al menos de esas tres o cuatro cosillas que controla el ser humano; somos nosotros mismos los que las hacemos enormes o pequeñas según nuestro carácter, según nuestras escalas de valores. A veces la sonrisa se nos va de la boca, se nos tuerce inútilmente el gesto y parecemos verdaderas almas en pena.
Yo no soy buen ejemplo para el caso. Tampoco para el resto de las cosas. Habrá que andar al quite, echarse la sonrisa por montera y gozar de la vida. Hoy son solo propósitos, mañana ya veremos.
Y esta mañana a salto por los montes. El Cancho de la Muela y sus veredas, con todo el valle del Ambroz al fondo. Esto sí que bordea lo absoluto.

viernes, 4 de abril de 2008

OTAN-NATO-NOTA-TANO

Mientras se van marcando los seriales del fútbol, la canción y la política, mientras camina el tiempo hacia ninguna parte, mientras pasan los días con claros altibajos, se reúne la OTAN en Bucarest, en un palacio inmenso, alzado a mayor gloria de Ceaucescu. Tiene huevos la cosa. No sé cuántos jefes de gobierno, presidentes al uso, mandamases, ministros, ministrillos, consejeros, delegaciones plenas, traductores, subsecretarios y otros, todos en un espacio defendido por miles de sesudos policías, que guardan el espacio cual si de un ara pacis se tratara. Ni un simple caminante se puede pasear por esos pagos. Todo es desconfianza, sospecha y malas caras, camina y tente tieso. Los altos mandatarios se reúnen en cenas y cenáculos, hablan de muchas cosas, se confabulan todos para guardar con celo sus países de no sé qué invasores, se preparan con fe para la guerra, por si acaso es preciso alzarse en armas. Siempre viendo enemigos y contrarios, y siempre sospechando lo malvado. En estos contubernios se gastan lo que no está en los escritos, descerrajan las cajas de las perras, alteran presupuestos, se convierten en duros centinelas de la paz en el mundo, de una paz exigida a golpe de armas, blindada con paraguas nucleares, asustando a cualquiera en todas partes, haciendo bueno el dicho “si vis pacem, para bellum”, asustando a los hombres que no entienden ni jota.
Porque a la vez se extiende la sequía, el paro sube y el trabajo baja, anuncian tiempos malos para el asunto de la economía, la primavera viene, el sol se apropia en pleno de las horas, la sed es compañera de muchas latitudes, todo el mundo se aplica a conseguir trocitos de poder, los alumnos se aplican o se desaplican, los ancianos se mueren y los niños van probando la vida, los medios siguen siempre pertinaces en levantarnos héroes para luego tirarlos mientras venden anuncios, mismamente la gente sale al aire, se ama y se desprecia, las flores se apoderan de los prados, las cigüeñas -sigo muy bien sus pasos- se asientan en sus nidos, la ciencia no descansa, tampoco el dogmatismo, hay gentes que se apuran para llegar acaso a fin de mes, comercios, mercadillos, personas que se juntan y se hablan, dolor, placer, amor, vida diaria… Tanto por cada calle y cada esquina…
Y estos julais rompiéndose lo sesos por ver cómo se mata más deprisa. Ámense un poco, coño, que el mundo es más hermoso con buenas voluntades que con armas al hombro, gilipollas.

jueves, 3 de abril de 2008

TABULA RASA

No es fácil dar un corte en el tronco de un árbol porque el árbol sufre, no es sencillo cortar la circulación de una calle porque los vehículos se despistan, no es conveniente interrumpir una sonrisa ni un llanto porque son el desahogo natural de cualquier sentimiento. Quiero decir, coño, que la vida en una línea recta o curva o quebrada pero continua y sin solución de continuidad. Todo se resuelve desde el pasado; sin él no se explica nada. Somos lo que hemos vivido, lo que hemos comido, lo que hemos aprendido, lo que hemos rechazado, lo que hemos incorporado. Somos un proyecto inacabado siempre que echa un ojo hacia atrás y otro hacia adelante.
Pero me pregunto si no sería necesario y hasta conveniente hacer tabula rasa en algún apartado del camino, deshacer las correas que nos atan, cortar las cuerdas que nos sujetan, olvidarse de todo lo pasado. Lo pienso y lo propongo sobre todo para los malos rollos, para tantos malos entendidos que se van fraguando al amparo de la falta de comunicación, de la interpretación aviesa y retorcida de tantas tonterías, de tantos castillos en el aire como se levantan mientras reina la oscuridad y se oculta la palabra serena y meditada, trabada y lenta. Cuántas veces he hecho mundos de donde apenas se podía sacar sustancia. Cuántas veces me los han creado a mí. Cuántas veces los malos entendidos que se solucionan con un vaso de vino y unas palabras lentas y tranquilas.
No siempre es tan sencillo olvidarse de tanto sobresalto. A veces la madeja se lía y se relía con ahínco, como tela de Ariadna, y se arma un laberinto que no hay por dónde darle luz en positivo.
Suplico para mí un poco de fuerza para sentarme a veces y medirme, soltarme las amarras, olvidarme de todo, tener por verdadero aquello de pelillos a la mar, empezar desde cero, dar rienda suelta a todo el sentimiento y sentir que es mejor una mano tendida y un abrazo que cualquier mal rollete, que cualquier mal infundio, que una mala interpretación de lo que no fue nada. Y la súplica alcanza para aquellos que limitan mi vida, que tienen algún trato con mis cosas, que pueden arañar mis sentimientos y causarme dolor. Creo que ya he descubierto hace bastante tiempo que no hay nada que explique una malicia, que solo es necesario lo que produzca bien, que, sin los dos pilares del sentido común y la buena voluntad, nada sigue adelante en tono razonable. "Quien lo probó lo sabe". Bien sé por qué lo digo tantas veces.

miércoles, 2 de abril de 2008

SENTIRSE MÁS EL AIRE

Otro día bueno bueno, de los de la incipiente primavera pero con sol y un poco de calor. ¿Cómo se produce este milagro de la explosión de las flores y de las hojas? Los árboles respiran como respiro yo, beben la misma agua y se alimentan del mismo aire. ¿Tendría yo que renacer también en primavera? ¿Cuáles son en mí las flores y las hojas? La naturaleza se hace más densa, todo parece que aumenta de tamaño, el propio aire se deja tocar y manosear, como si se hubiera insuflado aire dentro del mismo aire, lo que antes era un árbol pelado se cubre de pieles, se adorna de vestidos, se pone de mudanza y hasta hace crecer la altura de la tierra. Contemplar un árbol es contemplar con él a todo el bosque, fijarse en sus brotes resulta una mirada para todo el espacio. El hombre está empeñado en reñir con la razón y con la lógica. Todo pide mirar en estos días, salir hacia las calles y los montes, no regresar a casa hasta la noche, sentirse más el aire, el fuego, el agua, la tierra con su hermosa primavera. Y no hay tal. Todos vamos deprisa, acelerados, con deberes encima del cogote. También yo tengo prisa en estas fechas, no sé mirar con calma y con sosiego, miro más mis heridas que este regalo hermoso de los días. Tengo que hacer examen de conciencia.
Esta mañana, en mi paseo matinal hacia mi centro de trabajo, he visto en una acera un pájaro tendido y muerto. Me pregunto por qué se fue en estos primeros días de buena primavera. Allí estaba tendido, asustadillo, como pidiendo perdón por haber muerto. Lo miré, miré al cielo, el sol aún no era cierto, y seguí mi camino.
Alguien lo habrá cogido y lo habrá dejado en la basura: cuando he vuelto la acera estaba vacía. También en primavera mueren seres contra el criterio alegre de la vida.

martes, 1 de abril de 2008

UN PRECISO EQUILIBRIO

La eterna realidad tiene mil caras, mil momentos, mil seres, mil caricias, mil manotazos burdos, mil arrugas, mil pecas y mil espejos en que mirarse todos. Y en ese mundo andamos cada tarde. Entregarse en sus brazos, en los dulces arrullos de la naturaleza, no siempre es buena cosa, porque nos deja huérfanos de nosotros mismos, porque nos zarandea a su manera, porque nada podemos en esa oferta nuestra.
Tengo para mí que el ser humano se mueve con dos patas. Una tiene que ver con el dominio que tiene de las cosas, con el control que tiene de su cuerpo, con sus fuerzas físicas, con la autonomía que pueda sesarrollar, con su mecánica biológica. La otra tiene que ver con la inteligencia, con la percepción, con el sentimiento que le sugieren los otros seres y las otras cosas, con la relación que traba con ellos.
Se hace absolutamente necesaria una relación estrecha, una coordinación adecuada entre la dos facultades, la mental y la física, la mecánica y la intelectual, para una vida sana y positiva. Y creo que se cumple en el discurrir normal de la vida. Salvo, ay, en el último tramo. Llega un momento en el que el ser humano se descompensa y pierde el equilibrio, o por defecto físico o por defecto mental. Es el momento en el que empieza la necesidad de la ayuda, de la presencia física, de la compensación.
Sostengo que no es lo mismo el desequilibrio en un sentido que en el otro. Cuando un ser humano mantiene por encima de su desequilibrio físico la capacidad mental, el dolor está garantizado; cuando lo que se resquebraja más es la salud mental, entonces el ser sufre menos pues su consciencia es menor y "no se entera". Serán tal vez sus cuidadores los que tendrán que prestar más esfuerzo, pero no el ser que ha enfermado, que decae, que pierde sus potencias.
Suscita reflexión, en todo caso, ver cómo se resienten las naturalezas, cómo llegan a un punto en el que todo pierde pie y nada se sostiene con mínimas fuerzas, con dignidad humana, con razón de existir. La razón piede apoyo y se derrumba cuando quiere explicar tales contextos. Solo son otras fuerzas las que dan resistencia, las que empujan un poco, las que no desalientan definitivamente.
Yo quisiera marcharme con escasa conciencia -tengo miedo al dolor-, me gustaría saberme sencillo y sin mostrar mis resistencias a entregarme a lo que esté dispuesto en la naturaleza, mejor un poco menos que un exceso penoso, siempre una horita corta mejor que una larga enfermedad. Son solo mis deseos, que no quiero imponer a los demás.
En fin, ¿por qué estas cosas en un día de sol y de primavera?