martes, 31 de marzo de 2009

ESCRIBIR SIN ESCRIBIR V

Es que tal vez yo sea la misma primavera. O fui. O tengo que volver a serlo cada día. Porque el otoño es frío y el invierno se solidifica entre las piedras y hace más grave el suelo y no deja ponerse en pie y se empeña en machacarnos con sus ausencias de luz. No, no debo ser siempre el otoño o el invierno. Ya se encargará el tiempo de recordarme mi pertenencia a cada estación del año, de mostrarme a los ojos que la fotografía cambia a cada instante y de que hay grises que se van agarrando a la materia para darle un careto bien distinto.

El ser es movimiento en el correr del tiempo y del espacio. Y en ese trayecto se va dejando jirones de piel y de deseos. Tantos que, en un momento, se encuentra a la intemperie, sin causa ni destino. Porque el final es nada y no hay causa segura para mover los labios ni las piernas, no hay nadie que te aguarde para darte un vaso de agua o para ponerte una pequeña corona de laurel. La vida es el camino, no la meta.

Y es la primavera tal vez la estación que más mire al futuro. ¿O al presente? Porque todo se engolfa en el misterio, en el éxtasis limpio de ver que crece todo, que aspira a ser más alto y más hermoso, que se anega en colores y olores, que todo sabe a hierba, que todo se demora en sentir y sentir lo más intenso.

Entonces, si me olvido de mirar hacia afuera y me quedo en mí mismo, puedo abrir lentamente el álbum de las fotos de mi vida. Y en algunas está la primavera. Con los ojos al suelo, con la mirada al cielo (no es contradicción lo que parece), con el espacio acotado para los dogmas marcados desde afuera, con los espacios físicos y humanos fijados contra el cuerpo. Qué extraña primavera. Allí no estallaba la vida, más bien se reprimía bajando la cabeza y esperando otros tiempos más allá de los hitos de este valle de lágrimas. Mejor pasar la página.

Después vino el estío, y se acercó el otoño. Dejémoslo en la tarde y esperemos la noche. Mas esa primavera de mí mismo no puedo más que verla en el pasado. Si quiero primaveras, tengo que echar mi vista a darse un buen garbeo, a buscar en el álbum más allá de la tarde.

A mi lado se mueven las muchachas, despiertas en sus cuerpos, hambrientas en sus pechos, desnudas en la fe de sus caderas, como jóvenes diosas, como dulces vestales, como ciervas al viento, como rosas vestidas de arco iris. Desafían la vida, dan cuerpo a las mañanas, se propagan al cielo, ríen sin tener causa conocida, incitan sin pudor a los deseos, abren de par en par sus templos, repiten y repiten sus anuncios de todo, crujen ellas también, rompen sus yemas, actualizan el saber no aprendido.

Yo las veo pasar, rozar el aire, que me roza también, y siento en su aliento la eterna primavera. Y entonces cierro mi álbum de fotos, y me adentro en el sabor de la nostalgia, y me quedo en manos del poeta:

“Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza, cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no solo en plata o viola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.”

Tal vez deba mirarme, por contraste, las partes de mi cuerpo. “Antes que el tiempo airado…” Pero eso no debe ser hoy. Tal vez… Mañana.

lunes, 30 de marzo de 2009

ESCRIBIR SIN ESCRIBIR IV

Pienso en la importancia que tiene cada uno de los elementos con los que me enfrento a la hora de describir o de manipular el concepto de primavera. Y quiero ser yo mismo el que ocupe buena parte de esa importancia. Pero me quedan dudas.

Desde luego, la primavera no es tan visible en mí como en los otros elementos. Es verdad que algún ánimo más se me hace público, que acaso el deseo de hacer cosas, a pesar de lo que hay, se endereza un poco más. Pero ni comparación con lo que les sucede a las plantas y a los elementos minerales. Miro a la sierra y todo se transforma en ella. Sus nieves ya son menos, sus oscuros colores se van tornando lentamente más claros y floridos, la claridad del sol lo hace todo más nítido… Del valle ya ni cuento, pues todo se disfraza de verdura, de flores y de apuntes de los primeros frutos. Y no son solo trajes de más o menos moda. Es que afecta a la esencia. ¿O es lo mismo una flor en primavera que en otoño? En otoño ni es. ¿Y un cerezo en abril que en el mes de noviembre? ¡Es todo tan distinto!

En todo caso, la primavera es tiempo de lo efímero, es época en la que un día desdice al siguiente y una imagen se agota en una tarde. Hay ramas que se mueven al compás de unas horas, hay castaños pelados y con brotes visibles a la mañana siguiente, el campo adquiere tonos que se hacen más intensos en tiempos muy breves.
Yo no observo ese cambio tan visible en mí mismo. Tal vez por eso pienso que la primavera no me pertenece tanto como a los demás elementos.

Porque si yo derivo el concepto de primavera hacia la idea de renovación y aparición de empuje anímico, entonces sí es posible que la primavera venga a nacer y a morir muchas veces en todos los seres, incluso en los que se noten más secos y caducos. Y que lo haga sin atender a tantas alharacas como presenta la primavera meteorológica: “Mi corazón espera, también hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.”

Así que no sé si despegarme y dar camino más ancho a los demás elementos o qué leches hacer. Si así lo hiciera, sin duda la primavera parecería literariamente más florida; de la otra forma, tendría un sesgo más íntimo y conceptual.

Porque, a estas alturas de la duda, ¿qué es realmente la primavera? ¿Sobre qué elemento tengo que actuar? Tendré que volver a recomponer todo esto formal y conceptualmente.

Pero eso hoy no…. Mañana.

domingo, 29 de marzo de 2009

ESCRIBIR SIN ESCRIBIR III

El caso es que aún no me atrevo a darle a esto de la descripción de la primavera una redacción concreta. Ando dándoles vueltas a los elementos esenciales que la tienen que sostener y a lo que realmente pueden representar. El esquema sigue siendo el mismo: tiempo, espacio, elementos humanos, materiales, vegetales, animales.

Pero no logro pasar fácilmente ni del primero de ellos. Había dicho que arrancaría con la mañana y no había contado con todo lo que de mí tira la tarde. Es verdad que me sigue ajustando un poco mejor la mañana si considero la connotaciones de vida en desarrollo, de aumento de tensión, de estallido, de crujido, de aumento de volumen, de pujanza, de brío. Si me quedo en la mañana, me veo más fuera del proceso que si me sitúo en la tarde. Por la mañana, mis ojos ven sorprendidos, mis oídos oyen asustados, mis narices huelen siempre olores nuevos y mi tacto aún no está acostumbrado a la finura. Siempre por la mañana hay cosas nuevas en comparación con el día anterior. No hay más que comprobarlo cuando uno se pone a escribir: parece que todo mueve las neuronas en imágenes nuevas, que salen de la nada a la superficie por primera vez. Sin embargo, si me muevo en la tarde, soy yo un poco más protagonista, me siento más yo mismo, sé que la descripción es ya solo pretexto para extraer conclusiones, para demorarme en las consecuencias, para cambiar de dirección o afirmarme en la misma, para sobrepasar el paisaje y alzarme hasta las consideraciones más abstractas. Parece como si la mañana me pudiera y yo pudiera a la tarde.

De modo que sigo dándole vueltas al contraste y a las implicaciones de una elección u otra.

Porque al fin de todo quiero encontrarme yo, quiero que sea mi visión del mundo la que nade en superficie o bucee en los fondos, deseo que la primavera -como todo lo demás- solo sea mi fotografía, la proyección de mí mismo, el milagro personal y limitado por mis propias miserias, el pretexto buscado para hilar la proyección mínima de alguno de mis poros y de mis células.

Y es que esto del tiempo me trae por la calle de la amargura. Porque solo soy tiempo, y nebuloso. Y me mido en el tiempo, y repaso mi tiempo, y pienso en ese tiempo que me queda, y analizo su uso y su desuso, y veo espacios muertos, y me levanto en otros más gozoso…, y me pierdo en la ausencia de la tarde.

Y es que yo ya me muevo en esa tarde de la vida, toda ella simbólica, sencilla, machacona, compañera continua que afirma su presencia cada hora más firme. Así que mi natural es acaso más ya de otoño, con ese perfil de decadencia, de hojas volanderas e imprecisas, dudosas en el viento, mullidas y asustadas en el suelo. Pero eso anularía mi redacción de la primavera y me había propuesto escribir veinte líneas con el frontis exacto de la primavera. Qué inútil. No he pasado ni de la variable del tiempo.

El sol se ha improvisado allá en lo alto y me sorprende lento en mi terraza. Es la mañana.

La tarde se suicida en el horizonte mientras pienso en tus ojos y en tu ausencia.

Son dos simples comienzos. ¿Quién me da un empujón hacia algún sitio? Yo solo no me atrevo. Hoy no; tal vez… Mañana.

sábado, 28 de marzo de 2009

ESCRIBIR SIN ESCRIBIR II

Hagamos una prueba.”La del alba sería…” No, esto no me vale porque es clásico, lo conoce todo el mundo y no añade nada especial. A la basura. Lo cambiaré por este otro arranque: “Apenas vislumbro una tenue luz, mis ojos se hacen conscientes de que llega el día, un día especial y nuevo en el que los rumores se agitan y agigantan hasta llegar a mí en forma de voces especiales.” Tampoco. Es imagen difusa y contiene demasiados elementos.

Bueno, me haré una idea más tarde. Voy a seguir pensando en la primera actividad y a darle paso a algún otro elemento: “Ya la calle me llama, la luz tira de mí y siento comezón por airear mi cuerpo. Me aguardan ya dispuestos Manolo y Jesús, con sus mochilas y son sus sonrisas, dispuestos para darle trabajo a la lengua y a los pies.” ¿Será correcto darles entrada tan pronto o hubiera sido mejor encarar el exterior con una imagen de la naturaleza? Tengo dudas. Por ejemplo, podría haberlo cambiado por algo así: “Los rayos son aún horizontales y me besan la frente tenuemente. Las sombras se me muestran alargadas y aún no se han puesto en pie. El mundo está cortado en dos mitades y en el azul del cielo se columpian dos nubes despistadas.”

Pero es la primavera la protagonista y aún no ha dado señales de vida con sus elementos. Y había quedado en que estos tenían que tener al menos tres partes: elementos naturales, animales y alguna persona. Así que lo de Manolo y Jesús lo dejaré para esta sección. “Un cierto sabor tibio me invade en cuanto doy los primeros pasos. La sierra huele a limpio con su nieve escurriendo y, en su falda, hay una inmensa paleta de colores. Predominan los grises de las ramas en los árboles más atrasados, los blancos y los verdes, junto con los rosas, en aquellos otros que son marca preferente de la primavera.” Pero esto es muy genérico. ¿Cuáles son esos árboles. ¿Son acaso los últimos castaños, los cerezos, los prunos, los guindos, los perales? Por aquí hay muchos robles y mantienen sus ramas al desnudo. Y, además, no sé si no debería darle movimiento primero con las aves al viento, para irrumpir sin orden en la vitalidad y en la incontinencia de la vida. A ver: “Los estorninos se agitan y discuten sin ningún pudor mientras el sol se anima, algún pardal busca ya las paredes para ponerse a tomar el sol, las cigüeñas crotoran en lo alto de sus nidos y el gorjeo celoso de las palomas me sirve de sinfonía perfecta mientras sigo mis pasos en busca del campo.” Pero si la sección se hubiera situado en mi terraza, hubiera incorporado el murmullo del río y de sus aguas, el contraste entre el sol y mi refugio, el foco que me ofrece foto fija sin tener que moverme. Al fin y al cabo, esto es “Desde mi terraza”. ¿Qué hago? ¿Me vuelvo y empezamos otra vez? Sería muy fastidioso.

Y, a todo esto, faltan mis sentimientos, las sensaciones varias desde los elementos, la deducción de ideas desde la descripción. Eso es lo que, en el fondo, me divierte y me saca del pozo de la nada. Así por ejemplo: “Este dios del azul me deja inerte, sin saber a quién tengo que rendirme, me declara en la inopia ante tanta belleza y me obliga a romper en derecho por la senda de la satisfacción. Hoy ha de ser un gran día.”

En realidad no he hecho otra cosa que dudar y hacer indagaciones pero apenas he dado a luz unas oraciones inconexas y asustadas por el peligro de ser modificadas hasta quedarse solo en un intento. Y faltan los adornos del proyecto de vida. ¿Dónde están los adjetivos con los que soñaba? Apenas he descubierto un par de personificaciones, alguna enumeración poco lograda, ninguna gradación, casi ningún contraste, del léxico no puedo casi hablar ni pronunciarme… En fin, qué asco de texto. O sea, que ¿lo concreto o lo mando hasta el reino del olvido? Hoy no……. Mañana.

Que hoy tocó día de vida y primavera por las laderas altas que sostienen casi en el cielo al Pinajarro, y fue mañana de charla y de banquete desde verde atalaya, sobre el valle del Ambroz, con todo a nuestros pies. Y fue la primavera en sus colores y en toda su amplia gama de sensaciones. Lo demás, ya lo digo, no toca hoy… Mañana.

Y perdón por el juego. O acaso no tan juego.

viernes, 27 de marzo de 2009

ESCRIBIR SIN ESCRIBIR

Pongamos que me apetece escribir unas líneas que tengan que ver con la estación que ha comenzado: la primavera. Una descripción de la primavera. Como si fuera un ejercicio escolar. Parece algo cursi. Eso habría que discutirlo para bajarles los humos a los snobs tontitos de turno. Pero dejémoslo estar. Acaso el proceso podría ser este.

Tengo que descontar que el hecho merece la pena y no se trata de una ocurrencia cualquiera. Tendría todo el derecho del mundo, pero la justificación sería bien distinta. Justificaciones y apoyos hay muchos, pero no todos tienen el mismo peso. Demos pues por descontado este asunto.

Voy a darle un sesgo significativo determinado. Valga el más sencillo: seré yo mismo el protagonista y la descripción se hará en primera persona para el protagonista y en tercera para los demás elementos.

Debería darle un soporte temporal determinado. Me gusta mucho la tarde porque su simbolismo me ha ocupado muchas horas. Tampoco estaría mal la mañana como hora en que todo anda por hacer y conserva todo el impulso. Voy a descartar las horas centrales del día simplemente porque me da la gana y porque puede hacer mucho calor. Decidiré la mañana o la tarde cuando comience la redacción pero bien me doy cuenta de que la perspectiva es muy diferente según realice una elección u otra.

Y no hay nada que no se produzca en un tiempo y en un espacio. Así que tengo que buscarme un espacio. Parece que lo más inmediato es imaginar un campo abierto. Pero podría ser también un huerto acotado que se controla mejor y se precisa con más nitidez en los detalles. ¿Y si me sitúo en un interior que me sirva como contraste entre la falta de libertad y la libertad del exterior? ¡Cómo me acuerdo ahora de aquel Romance del prisionero! Tengo que decidir y no sé por qué camino tirar.

Ya tengo persona, espacio y tiempo. ¿Y ahora? Ah, pues debo ir eligiendo elementos que destaquen y que visualicen esa naturaleza. Tengo que seleccionar elementos de la naturaleza: algún prado, tal vez una montaña con un valle, acaso unos huertos, un pozo o un bosque. Hay mucho donde elegir y tengo que hilar fino. Y tengo que seleccionar también elementos vivos. Sobre todo animales: pájaros (¿cuáles?), mamíferos (¿cuáles?), alguna otra persona. Si selecciono árboles de un tipo, me condeno a imaginar un paisaje con una temperatura y un tipo de flora y fauna determinados; si los selecciono de otro tipo, tendré que situarme en otro espacio bien diferente. No parece lo mismo seleccionar oropéndola, gorrión y paloma, que elegir buitre, búho y grajo. Habrá que andar con cuidado; yo soy hombre de interior y de sierra, no de playa ni de terreno caluroso.

Y con todos estos elementos a mi mando tengo que tramar algo, los tengo que poner en movimiento. Y no lo puedo hacer de cualquier manera. Tengo que ordenar actividades, entradas y salidas de personajes, sensaciones y descripciones; tengo que atribuirles cualidades especiales que me los sitúen en una imagen que atrape y sorprenda, que ilusione o que conmueva. No estaría de más que enlazara algún plano corto con otro panorámico. Tendré que seleccionar muy bien sobre todo los adjetivos y tal vez sería bueno que no me demorara en las imágenes pues las ráfagas cansan menos.

Y no debo seguir aunque se me ocurren muchas cosas más para tenerlas en cuenta. Ahora voy a la práctica. Me voy a tirar al ruedo, que sale el toro y la experiencia lo merece.

Ha sido todo un truco. Un truco solo hoy y en este momento porque algo parecido es lo que uno hace cuando decide ponerse a hilar palabras y a crear algo que tenga sentido. Hoy voy a darle la voz a Juan Ramón y a su libro Platero. En él se puede seguir, en una sola página, este proceso que aquí solo se ha indicado. Así que ¡a leer! Ni que fuera esto un taller de escritura. Ah, y esto, como todas las demás cosas, se automatiza y ya parece menos laberíntico, hasta casi elemental.

¿O realizo yo la práctica? La solución, en otra entrada.

jueves, 26 de marzo de 2009

LA CIENCIA Y EL ALZHEIMER

Hoy me ha ofrecido una variable importante esta Salamanca de mis tardes lentas. Además de mis pasillos y de mis besos, de nuestros parlamentos y de nuestras constataciones de lo que va pasando, de la presencia gozosa de Joaqui y José Antonio, a los que hacía mucho que no veía, se me invitó a asistir a una conferencia que impartía el doctor Joaquín Fuster. Es un neurólogo y psiquiatra catalán, profesor en la UCLA de California y autoridad mundial en las materias que tienen que ver con la neurología y el cerebro. Quería ofrecer una visión del proceso que sufre el cerebro en la degeneración que termina produciendo el mal del alzheimer.

Dejando de lado toda la parafernalia que conlleva un personaje de este nivel, algo que cada día me interesa menos y tengo la impresión de que al personaje tampoco le interesa nada-solo los políticos y los medios de comunicación parecen andar a la foto de turno-, la exposición vino a poner de manifiesto varias cosas fundamentales. La primera para mí es el deslumbramiento que se produce en cuanto uno abre a los ojos la película del cerebro. Qué obra de ingeniería tan espectacular. Esa extrañeza abre inmediatamente la pregunta sobre su formación hasta dejar a cualquiera sin palabra y hasta sin aliento, aunque solo sea para intentar imaginar una respuesta aproximada. La segunda es la de la compartimentación de espacios en ese motor tan fantástico, esos espacios en los que parece que se almacenan cada una de nuestras cualidades, por más que el profesor aseguraba la interconexión entre ellas. Una más -y no menos extraordinaria- es la de la jerarquización, de abajo hacia arriba, desde lo que son simples sensaciones hasta lo que se termina por convertir en ideas abstractas, lo períodos en la vida en los que se van consiguiendo esos estratos y el comienzo de la pérdida de los mismos en sentido descendente.

Según él -esto parece fácil de asimilar y de imaginar-, los enfermos de alzheimer tienen la desgracia de perder esa jerarquía y empiezan a perderla no comenzando por la parte superior sino por la parte inferior del cerebro y, además, a una velocidad mayor.

¿Y quién se mete a hurgar en el interior de esa máquina tan compleja? Por eso andamos a tientas, con avances lentos e inseguros y acudiendo a remedios bastante caseros y manuales: ejercicio físico, ejercicios de memoria, dieta equilibrada, colesterol, obesidad… En fin, eso que sirve para casi todo. Se citan fármacos relativamente útiles, pero muy relativamente.

A la conferencia habían acudido profesionales de todo tipo, pero también familiares de enfermos. Lleno hasta la bandera. Espero que cada uno saliera de allí con alguna idea positiva y con un poco de consuelo. No es fácil.

En sus respectivos módulos seguían los enfermos al amparo de sus cuidadoras, de sus enfermeras y de sus médicos. También algunos familiares volvimos a estar un poquito más con ellos, mientras se hacía la noche más intensa.

Hay una variable que sirve para todas las enfermedades; es la del cariño y la del afecto. Ahí tenemos que estar todos con todos. Creo que en aquel centro se prodigan tanto el afecto como el cariño. Lo demás aún camina en la nebulosa y en los trabajos del laboratorio.

miércoles, 25 de marzo de 2009

¿QUÉ ES ESO DE LA RIQUEZA?

Me gustaría mucho poderme sentar en torno de una mesa para poder comentar e intentar entender en qué consiste la riqueza de una comunidad o de una persona. Me gustaría encontrarme con personas que me concretaran en qué se va la certeza de esa riqueza. Me gustaría estar al lado de gente que entendiera que la riqueza no es solo la cantidad de dinero ni los números con los que cuente una cartilla en el banco.

Sentiría satisfacción si viera que hay seres que tienen la mirada alta y que no se van a su predio y a su negocio en cuanto se les da la oportunidad y se les suelta la lengua. Sería bueno comprobar que hay personas interesadas también en el de al lado y no solo en sí mismas. Me gustaría tener la capacidad para meterle en la mollera a más de uno que riqueza es, por ejemplo, aprender a escuchar, intervenir con brevedad y con aportaciones pertinentes, darse cuenta de que el tiempo y el espacio son importantes, sentir que la educación es mucho más productiva que cualquier otra actividad, que la digresión, si no se controla, es siempre negativa y desanima, que nos movemos siempre en un espacio y en un tiempo, que el ser humano tiene que comer, pero que esto se cumple básicamente con unos puñados de arroz y poco más, y que todo lo demás pertenece al mundo de la convivencia, de la inteligencia, de las ideas, del ocio, de los intercambios sociales, del reparto de tareas, del desarrollo de la sensibilidad, de una escala de valores bien conformada.

Querría tener la capacidad para hacer comprender que ninguna cualidad ni posesión en el ser humano se puede comparar a la cualidad suprema de ser precisamente humano. Me sentiría bien si convenciera a alguien de que escuchar a Vivaldi (es lo que estoy haciendo mientras tecleo) o contemplar la naturaleza dando un paseo supone un placer superior a otros asuntos y que no cuesta nada. Sería magnífico que yo mismo me convenciera un poco más de todo esto y de muchas cosas más como estas.

Demasiada gente mide la riqueza de una comunidad por su renta per cápita, y ahí no hay más variables que el dinero y los bienes que uno pueda comprar con ese dinero. O sea, dinero, más dinero y después aún más dinero. Y una ciudad no es más rica porque tenga más comercios ni porque venda más automóviles ni porque sus bares y restaurantes estén más atiborrados, sino porque su materia prima fundamental, es decir, la humana, está más educada, es más inteligente, promueve más iniciativas de convivencia y de participación y, en definitiva, procura ser un poquito más feliz en este paso por la vida. Y, para todo esto, no siempre se necesita precisamente dinero.

Parece que sufrimos una profunda crisis en el asunto ese del dinero. ¿Y de la otra? Entonces seríamos infinitamente más pobres.

martes, 24 de marzo de 2009

PARA ABRIR EL DÍA

Me dormí anoche con la noticia del premio Alfaguara de novela para “El viajero del siglo”, de Andrés Neuman, con la conversación que prepara una posible compra de automóvil, con el menudeo de un proyecto que se tendrá que sustanciar hoy entre muchas personas, con la lectura de páginas de “El Caballero de la Carreta”, Chrétien de Troyes, y con el fondo de espejo siempre de mi madre. Qué coctelera tan sabrosa.

Me alegra la noticia del premio de novela para un autor muy joven a quien conocí una tarde en esta ciudad estrecha de Béjar. Había venido para leer en La Alquitara y hacíamos tiempo pasando la tarde en una terraza del Castañar. Hablamos de literatura sobre todo y ya me pareció en camino de cualquier cosa por sus conocimientos y por su escritura. Después he seguido un poco su pista literaria y siempre me ha gustado su quehacer. Nunca más he intercambiado palabras con él, ya solo son sus textos los que me interpelan. Espero de él un buen camino, que no se alce a la fama sacando pecho por nada y que entienda que está bien la vanidad pero solo para darse cuenta inmediatamente de que no vale para nada, salvo para notar la caída en cuanto falta y no hay otros apoyos más sólidos.

En el último año han pasado, o están pasando, por mis ojos las tres novelas que sirven de eje a esos ciclos tan jugosos de la llamada novela de caballería: el citado “Caballero de la Carreta”, el “Amadís de Gaula” y “El Quijote”. La primera marca la pauta, la segunda sirve de referencia y se queda con todo el personal, como si fuera un serial de televisión al uso, y la tercera desmitifica todo lo desmitificable y arrasa con toda posibilidad de continuación, las agota a todas porque muere de éxito.

Y me paro a pensar y me veo a estas alturas de la vida volviendo nada menos que a las novelas de caballería (¿cuántas personas habrán leído o estarán leyendo las dos primeras obras citadas?), con la cantidad de anacronismos y de esquemas rígidos que almacenan, con las enormes diferencias que se pueden anotar respecto de lo más actual. Las cosas no suceden del todo por casualidad, hay razones, no siempre directas, que las explican. Tengo la impresión -acaso algo más que la impresión- de que a ciertos lugares se llega porque se huye de otros en los que uno no quiere poner su tienda. Por supuesto que no me veo en ese mundo de los caballeros; claro que incorpora una escala de valores con la que no comulgo ni confieso; es evidente que no voy a pugnar por nada parecido en la actualidad. ¿Entonces? Pues eso. Y la realidad mostrenca y más inmediata ¿qué me ofrece? ¿No hay aquí y ahora caballeros acaso más imbéciles? ¿Y damas y damos que se entregan con armas y bagajes al mejor postor? ¿Y campos de batalla en los que los ideales brillan por su ausencia? Si es que estos campos están llenos de barro, de barro y de inmundicia, de ingenierías financieras al uso y al desuso, de intereses bastardos.

Tengo encima de mi mesa de trabajo los tres textos citados. Me refugio con calma y sin lililíes en su lectura. Y me vuelvo a quedar con El Quijote, precisamente por tanto como desmitifica, como reflexiona, como baja a la tierra, como me hace pensar, como me anima, como me tranquiliza y me hace compañía. Pero necesito los otros textos para entender un mundo de otro tiempo, acaso no tan viejo ni tan sofisticado como el que corre ahora.
Veremos qué sucede con los otros asuntos que se fueron conmigo hacia los sueños.

lunes, 23 de marzo de 2009

ESA MENTIRA TAN VERDADERA

Creo que cada día de la semana tiene un ritmo distinto y una manera de medir el tiempo muy diferente, e incluso ese mismo período tiene su propia medida según la estación y el año en el que uno se encuentre. Lo he dicho más veces y, a estas alturas, no anda uno como para cambiar teorías o experiencias; o sí, pero es que acaso le sigan saliendo las mismas cuentas de resultados: la medida del tiempo es tal vez lo único que el ser humano trae a la vida. Se trata de una ilusión vaga y difusa que lo mismo te sirve para un roto que para un descosido, que lo mismo te tapa una pena que te desata una alegría, que te anima o te deja hundido en el lodazal.

A mí un lunes, en la situación actual, me pone en velocidad de crucero para los días laborales, e incluso me suele resultar más productivo que otros días de la semana. Cuando me quiero dar cuenta, me he espabilado mis clases, he leído un par de horas, si viene al caso he realizado algún mandado, he comido, he descansado un rato recogido en mi sillón, he repasado la prensa para mi fastidio y me he parado, como ahora, ha dejar unas líneas en este blog-diario. A eso de media tarde, no me parece mal.

Pero, a partir de media tarde, el ritmo se me descabala pues no siempre tengo claro qué es lo que tengo que hacer. Y mis actividades se diversifican acelerándose o recogiendo velas como vuelta a la calma.

Hoy me aguarda más lectura, tengo una reunión pendiente para empezar a desarrollar un proyecto, le debo siempre a Nena un rato de paseo, debería intentar el desarrollo literario de un par de bocetos de poema, no me perderé el programa de la 6ª El Intermedio y, a partir de ahí, alguna tarea de la casa, puede volver la lectura, alguna llamada a mi familia, o acaso un ratito de radio o de televisión.
Si comparo este día concreto con cualquiera que me imagino en vacaciones, solo encuentro paralelo en la lectura y acaso un poco en la escritura, y, por supuesto, a ritmos diferentes.

Cuando a este cuadro le introduzco la variable de la edad, entonces el marcador de la velocidad y el reloj se vuelven locos y todo anda manga por hombro. Si los períodos que considero son más largos que una jornada, el que se vuelve tarumba soy yo.

Esta experiencia de comparación cada vez que la realizo me resulta más apasionante y menos lógica. Ya he dicho muchas veces, en plan semiserio, que no quiero que me paguen de nuevo pues eso significa que ha llegado otro fin de mes y que se ha ido al limbo de la nada un período que nunca va a regresar.

Es el tiempo canalla que me atrapa en sus redes, que me teje y desteje, que me programa y que me sostiene en estas coordenadas de la vida. Y eso siendo mentira, que si fuera verdad…

domingo, 22 de marzo de 2009

VICENTE FERRER

Hay poco que me salve en esta mañana de domingo. Mi atención aún sigue concentrada en esa coctelera que me ofrecen como desayuno los diarios. Y me agoto en la ira comprobando la insistencia infinita en molestar la vida del contrario, no por ayudar al resplandor de la verdad sino por el fastidio, por el placer mezquino y asqueroso de mojar la oreja al que se juega la cuota de mercado en el mismo campo de batalla.
¿Qué les enseñarán en las Facultades a los alumnos de periodismo? ¿En nombre de qué dioses usarán el cedazo que selecciona fotos y noticias? ¿A qué sirven su esfuerzo y su trabajo? ¿Se miran al espejo por las noches? ¿Qué rostro les ofrece su conciencia?

De toda la ponzoña, hoy me quedo con la noticia escueta de la moribundia de Vicente Ferrer, ese ser estupendo que, hace ya muchos decenios, se bajó de la senda de las normas, mandó al limbo los dogmas, se olvidó de cualquier jerarquía y se puso el mono de trabajo para dejarse la piel directamente con los que menos tienen. Parece que su obra anda ya cumplida pues se muere en el campo de trabajo.

No conozco al detalle la trayectoria de este apóstol del sentido común y del entusiasmo, y seguramente en ella habrá altibajos, pero su esfuerzo y su grito de guerra contra cualquier oído insatisfecho me llama y me conmueve, me anima y me recuerda que no todo es barro ni lodo, que hay gente sin complejos, que mira hacia adelante y ve tanta cosecha que no para de andar. Que le vayan a hablar a este buen hombre del divorcio o de la educación para la ciudadanía, de los conciertos educativos o del preservativo. Y que le pidan gastar tiempo para llevar a juicio el articulo equis perdido en el bosque del código penal. Seguro que, incluso ahora, en su lecho de dolor y de despedida, levantaría la vista, miraría con compasión a todo leguleyo, sentiría fuertemente la tontería encarnada en ser humano y pediría paz y sosiego, esfuerzo y entusiasmo, para lo que realmente pide urgencia y sacrificio.

Mi entusiasmo por gente como esta. A ella quiero agarrarme, en ella me complazco y me sereno. Ellos son mis referentes. Yo soy casi nada, pura contradicción, pero miro a su luz y juro que me anego y me conmuevo. Bravo por todos ellos.

A su lado, cada día, las otras caras mostrencas de la realidad, las fotos más oscuras, las obras más grises y egoístas, las vanidades múltiples sin casi fundamento, las miradas opacas y sin profundidad, el empeño continuo de separar a todos en buenos y muy malos, en vencedores y vencidos, en ganadores, que tienen que ser alabados para que el negocio siga, y en perdedores, que han de someterse a la humillación y a la voluntad de los más poderosos. En fin, una cloaca, la muerte en patinete por las calles, la huida hacia uno mismo como refugio último, la desazón continua, el viacrucis diario de este esquema de vida que nos obliga a todos a enfrentarnos a palos. Sé que hay gente estupenda por todas las esquinas. Estoy seguro de ello. Reniego, sin embargo, de lo que nos obliga a mirarnos con miedo, a robarnos el aire, a ejercer de enemigos para sobrevivir.

Voy a salir al aire y a un rato de paseo. Venga, vamos a ello. Sonreiré con el sol y me ungiré de olores; recordaré a los míos y pasearé con ellos sintiéndolos al lado. Seremos un buen grupo. Vamos, vamos.

sábado, 21 de marzo de 2009

¿UN NUEVO POETA?

Creo que la ocasión se lo merece. Me envía Jesús comentario a la entrada de hace un par de días y lo hace en quintillas. Alegre me pone la cosa, aunque no estoy seguro de que Hero y Leandro merezcan tanto dispendio. Véase que ya nos vamos apartando de ellos para concentrarnos en nosotros mismos, que, aunque no valgamos más, estamos más cerca.

¿Ha nacido un nuevo poeta? Este gusanillo se convierte en algo peligroso en cuanto se empieza a rascar en él. Jesús tiene la base de la lectura y de la sensibilidad. La práctica mejora la técnica y anima un montón. Así que le doy la bienvenida y le sigo la corriente también en quintillas retadoras.

QUINTILLAS DE VUELTA
PARA UN NUEVO VATE
BEJARANO-MALAGUEÑO.

Albricias canto esta tarde
al descubrir el contento
que me produce el alarde
de este poético intento
de un misacantano vate.

Bienvenido a la parroquia
de los osados poetas,
llena de plumas y bocas
no siempre limpias ni exentas
de venenos y ponzoñas.

Mas vamos a lo que vamos,
que tu entrada reivindica
dejar a Hero y a Leandro
folgar en su eterna cita
y a la comida entregarnos.

Tendríamos que decidir,
- no es, Majada, cosa aleve-
si ha de ser aquí o allí
el lugar al que nos lleven
el tintorro o el anís.

Yo ofrezco nieve y terraza,
sol y buena compañía,
ratitos de buena charla,
un paseo cada día,
cecina y pan candeal.

Decidid vos el lugar,
nuevo señor de las letras,
que entre reír y yantar
se nos ha de tornar veras
lo que antes era soñar.

viernes, 20 de marzo de 2009

ESTA CIUDAD ESTRECHA EN LA QUE TE VAS HACIENDO VIEJO

Ahora la luz ya es todo. Porque ofrece sus frutos por todas las esquinas. Si la jornada es feria, entonces la mañana es la propicia para salir al campo y anegarse de luz y de colores.

Nena y yo nos bañamos cada tarde por las callejas que bordean esta ciudad estrecha. El Valle de las Huertas se alarga hasta el confín del horizonte. El sol no es vertical, es paralelo, quiere ser uno más en el camino, aspira a ser contraste de luces y de sombras. Y todo es ya color. Los rosas y los blancos se apoderan del fondo del paisaje. Son las flores del pruno, del cerezo, del almendro, del ciruelo. Las camelias estallan, como estallan las yemas del castaño, en un parto de verdes tiernos y agradecidos.

Ayer por la mañana nos marchamos a pasear las callejas del Valle de las Huertas. Qué lujo de paisaje, qué lujuria, qué gozo, qué descanso. Sol, colores, aromas, tactos, fotos, sonidos de los pájaros, que andan a su tarea de renovar la vida. Después fue la frescura junto al río, caminando la ruta de las fábricas. Allí, entre los barrancos, con el agua corriendo hasta perderse después de mil oficios, con restos de las fábricas que en otros días cantaron el son de sus trabajos, con las centrales hidráulicas y las pesqueras, con las chimeneas al viento y sin servicio, con el cielo y la nieve allá en lo alto.

Béjar es un orgasmo de paisaje. Lo veo en mi terraza, lo siento en mi terraza, lo huelo en mi terraza, lo vivo en mi terraza. Va la nieve sintiéndose indefensa y parece querer venirse al valle, a aromarse también con los olores de estos días primeros de la nueva estación. Ahora todo se adensa y cobra más volumen. La vida tiene eso: nace, crece, se agita, se desvanece y muere, cuando sus leyes quieren. Me faltan las cigüeñas de vecinas, que ya están anidando, pero ya las bandadas de estorninos empiezan sus piruetas en el aire, comienzan ese circo endemoniado de infinitos juegos malabares en el que tengo asiento reservado para todo el verano.

¿Nadie quiere venir a mi terraza? Aquí hay asientos libres y fiesta de la buena.

jueves, 19 de marzo de 2009

...Y DEL HIJO

Es verdad que la fiesta del padre es un penúltimo invento del Corte Inglés (qué nombre tan mostrenco y tan poco patriótico), pero no la figura del padre, por supuesto.

Me siento complacido cuando me llaman mis hijos para felicitarme en este día. Es una muestra más de que algo nos une, de que seguimos juntos, de que algo nos ata en este camino interminable y movedizo que es la vida.

No tendría que ser difícil la tarea de ser padres pues tantos lo son y lo somos. Y, sin embargo, muchos nos quedamos con la duda de si siempre hicimos bien en la época de la educación o en la actual. Son tantas las variables y las posibilidades, que cualquiera que elijas te deja el claroscuro de los demás caminos que no anduvimos.

Es la niñez el territorio al que siempre volvemos, o, acaso el territorio del que jamás nos vamos. En ese territorio, la figura del padre es esencial y casi omnipresente. Seguro que por eso no se pierde aunque pasen los años. Por eso hoy que mis hijos se sienten un poco deudores de su padre, yo me siento también deudor de ellos. En el fondo confieso que estas líneas diarias tienen como destinatarios primeros a ellos mismos. Ellos son el anillo que se añade a otros aros para formar cadena con el tiempo, son los depositarios y albaceas de mis pocas ideas y de mis muchas dudas. Hoy los enlazo con el recuerdo exacto de mi padre, los traigo a mi recuerdo y los abrazo, les pido que me quieran al menos como pienso que los quiero. Todos seremos uno en el tiempo. Después seremos nada. Pero seremos juntos. Con eso ya me basta. Gracias por todo, hijos.

Y fui a ver a mi madre, esa otra parte femenina que me explica y me agarra. Sigue sumando días con sus manitas tiernas, sarmentosas, con sus ojitos bellos, vacilantes, con su susurro hermoso. Con ella en el pasillo se suicidó la tarde en el ocaso, cortándose las venas y dejando un rastro cárdeno que se tragó la noche.

miércoles, 18 de marzo de 2009

DE BAJA LABORAL

Leo hoy mismo en una publicación lo siguiente: “1,3 millones de trabajadores falta al trabajo a diario.” El dato aparece en un medio muy conservador y enseguida me dan ganas de poner la noticia en cuarentena, pero es que la fuente es el INE y, entonces, por mucho que se sesguen las cosas y por muy aviesas intenciones que se tengan, el dato es el que es o poco menos.

Hace algún tiempo escribí en un diario provincial algo que se semejaba a una crítica acerca de la flojera con la que se actuaba en algún centro de trabajo, en lo que a la asistencia al trabajo se refiere. Aunque no se nombraba, los interesados se dieron cuenta enseguida y algunos se disgustaron. Tengo que decir que otros me felicitaron porque opinaban que no decía más que la verdad. Gajes del oficio cuando se atreve uno a pensar en voz alta. En cuanto pasaron unas semanas y se serenó todo, me di cuenta y casi todos nos dimos cuenta de que, en realidad, había sido demasiado benevolente con las opiniones que había vertido en aquellas líneas. Y, cuando vuelvo a su recuerdo, cada vez me reafirmo en la idea de que tendría que haber escrito lo mismo todas las semanas.

Igual que hay explotadores que no ponen medida con tal de obtener beneficios y todo es bueno para el convento según sus intereses, existen trabajadores que se conocen al dedillo el convenio y se lo aplican sacándole jugo hasta la última gota y siempre poniendo el vaso para recoger el líquido. Y cuanto más exigente se tiene que ser con unos tanto más exigentes hay que ser con los otros.

Generalizar siempre es injusto, y, en este asunto, lo es más: edades, dolores, tipos de trabajos, cargas familiares… También es verdad que el empresario casi siempre sale a la carrera de la vida en mejores condiciones. Pero todo eso no impide por parte de todos tener una visión un poco amplia y panorámica, que nos haga mirar un poco más allá de nuestras narices y que nos empuje a darles a nuestros actos un tinte social y colectivo.

Me dedico a eso que llaman función pública, pero no me duelen prendas al decir que tengo la sensación de que es en este sector en el que se producen los mayores atropellos. Conozco ejemplos -y no precisamente en mi centro de trabajo- sencillamente escandalosos y que me parecen un robo manifiesto. Digo robo en el sentido literal, no figurado, pues eso considero al hecho de faltar semanas, meses y hasta años enteros sin justificación lógica. Me considero estafado por estos cacos pues sus bajas me suponen descuentos que querría ver empleados en otros menesteres.

Cuando a algunos de esos aludidos los veo de paseo y tan contentos por la calle, de compras o de fiesta, me pongo de los nervios. A su lado caminan otros tantos con dificultades reales, que mendigan un puesto de trabajo y nadie se lo ofrece. Y, si llega el caso (también conozco ejemplos), se hinchan en el pecho y empiezan a echar pestes sobre la situación general y contra el gobierno de turno.

¿Quién controla a los médicos que firman bajas a gogó, que alargan esas bajas con una simple frase del enfermo asegurando lastimeramente que no se encuentra bien?
Sé que sería muy injusto si usara el mismo patrón para todos los casos. Sé que la comunidad tiene que ocuparse precisamente de sus miembros más necesitados. Pero de los necesitados, no de los listillos de turno, que se conocen la letra menuda del convenio y que siempre pertenecen al sindicato “ario”, aquel que se ocupa exclusivamente del horario y del salario.

También entre los empleados necesitamos gente con mirada larga, con sentido social y con un poquito menos de egoísmo. Tampoco para esta variable me sirve este sistema social en el que nos movemos. Vuelvo a aquella máxima de “ofrecer a la comunidad al menos lo que esta te ofrece” y no me parece mal del todo. Pero esto es otra historia, y aquí no le mete mano al sistema nadie. Qué le vamos a hacer. Ni con la crisis.

Tengo que repasar mi trayectoria por si me tengo que aplicar el cuento. La verdad es que, a día de hoy, no me remuerde demasiado la conciencia.

martes, 17 de marzo de 2009

STABAT MATER PERGOLESI

2009-17-03 9 h.
René Jacobs interpreta Stabat Mater, de Pergolesi. Con ellos comienzo la mañana mientras un sol indecoroso se atreve a invadirme mi casa mirando desde lo alto de la sierra. Estoy solo y apunto hacia mí mismo, como siempre. Y me veo de nuevo encogido y asustado. Y creo que conozco la causa: Stabat Mater.

Hay un paralelismo muy notable entre el estado de ánimo y el límite de los espacios y de los tiempos. Cuando el ánimo se encoge, las distancias se arrugan y se vuelven estrechas, las ilusiones de dejan en reserva y todo se concentra en aquello que nos tiene cogida la medida.

En esas situaciones es el propio ser entero el que se despista, se siente desnortado y anula sus potencias. De forma paralela estira sus antenas y pone su salvación al amparo de lo que está más cerca: su familia, sus amigos, la fe en algunas cosas. Y se vuelve tan débil, tan pequeño, tan insignificante, tan a merced de todo, tan en duda, en fin, tan abatible, que quiere tener cerca, también físicamente, a los que más les pide, a aquellos que menos dudas le despiertan.

El ser no es otra cosa que un atadijo de moléculas pidiendo a grito en pecho la presencia de otros por ahí, por el ancho universo. A veces, muchas veces, siento que me responden con cariño, afirmando la sed de su presencia, diciendo a voz en grito “no ves que estoy aquí”, que te voy a ayudar, que todo es río, fluye y sigue su camino, que el aroma da fruto hasta el olvido, que el olvido está lejos, que tienes que mirar y ver otras imágenes que crecen a tu lado, que la serenidad te habita si tú quieres llamarla, que el sol es saludable, que los pájaros vuelan y los cielos te mandan los signos de la vida.

Este mi ser pequeño, enternecido, sin fuerzas a estas horas para mirar con calma, para ver que en la calle estalla la vida y en los campos todo se llena de intensidad y grita su presencia, tiene que hacerse fuerte, pensar que no es más débil que otros que andan al lado y sufren y trabajan y conviven con más o menos suerte y sienten sus bajones traicioneros como los siento yo y se alegran también por las cosas pequeñas y miran a la tarde y se solazan y cantan su cantar agradecidos.

Mi mente se ha empleado, casi a tiempo completo, en ver ojos oscuros y en perder esperanzas de lo que siempre fueron alegrías. Y me ocupa las horas y me ocupa las noches y me ocupa sin falta las mañanas. Y cuando mi mujer me da un beso y me despide para ir a su trabajo, le pido su presencia en cuanto pueda. Es ella mi sustento, mi apoyo, mi consuelo, la que me da certezas y me empuja a levantar el ánimo.

Necesito una purga de actividad sin freno, tareas que me anulen, que me ocupen las horas y los días, enlaces que me pinchen, recados que me impulsen hacia la actividad. Todo fluye en la vida. También yo, por supuesto, aunque hoy estoy estrecho y encogido. Busco serenidad, sosiego, comprensión de lo obvio, certeza del cariño, asideros y manos que estén ahí abiertas para trenzar a coro una canción de cuna con la que dormirme y dormir a quien tanto yo quiero.

Toda rosa suicida su belleza pero surge y renace cada primavera. Los sauces también vienen con sus hojas llorando. Me sentaré a su sombra y escucharé la música callada del viento de la tarde. Acaso después vuelva con ánimos y empuje.

lunes, 16 de marzo de 2009

VARIANTE DEL MITO DE HERO Y LEANDRO

JESÚS MAJADA, RECORDANDO A DON LUIS DE GÓNGORA,
SUGIERE LA VARIANTE DE
HERO Y LEANDRO EN UN LAGAR,
-EL DÍA ANTERIOR SE HABÍAN VISTO EN UNA PISCINA-
ADONDE LE INVITAN, EN COMPAÑÍA DE
ANTONIO GUTIÉRREZ Y LUIS DE GÓNGORA.
EL POETA SE QUEDA CON LA DUDA.

Tal vez por el buen tiempo y por la holganza
me refugié al fresquito en la piscina;
no olvides que no es tiempo de matanza
ni en marzo los racimos se adivinan.

Mas si hubiera lagar y en abundancia
corriera el vino en sana compañía
y al amparo de una buena pitanza,
no sé muy bien, Jesús, qué te diría.

Mi Leandro es un inútil y un abstemio
pues no sabe nadar y con dos vasos
de vino de pitarra es hombre ebrio.

Pero vengan las viandas y los tragos
y en el lagar nademos a toda hora
Hero y Leandro, Jesús y Antonio y Góngora.

domingo, 15 de marzo de 2009

"REPRESIÓN, SILENCIO, OLVIDO"

Asistí la tarde del viernes a la presentación de un libro que recoge la memoria sobre “Represión, silencio y olvido” en Hervás y el Alto Ambroz. Su autor, Francisco Moriche Mateos, maestro en Hervás, estuvo acompañado por varias personas, todas ellas del entorno socialista, que era el organizador del acto.

Una vez más, aquello se convirtió en una mezcla casi emocional de datos y de recuerdos, de reflexiones y de deseos, de aportaciones y de deducciones evidentes. El autor habla con los datos pero también, y bastante, con el corazón. ¿Quién se lo podría prohibir? Siempre que acudo a un acto de este tipo experimento las mismas sensaciones: siento desazón por vivir en una comunidad que niega casi por sistema a una de sus partes la recuperación de la memoria de sus seres queridos. Y cada día estoy más convencido de que lo hace porque en su memoria colectiva se esconden dos peligros: el de despertar fantasmas y el de verse reconocidos como sucesores y descendientes de los que se ejercitaron en actos totalmente rechazables e injustificados.

Tengo que afirmar que jamás he visto en los que trabajan en la recuperación de la memoria ni el más mínimo interés en señalar a nadie individualmente como verdugo ni como ejecutor, aunque es evidente que no hay más que rascar para que las identidades afloren y queden a la intemperie los que tienen que quedar. Por el contrario, creo que siempre, de una forma sistemática, los autores de estos trabajos se encargan de recordar que los descendientes no tienen por qué cargar con los pecados de sus antecesores, salvo, por supuesto, que sigan defendiendo los mismos despropósitos. Y tampoco he tenido nunca la impresión de que sus intenciones vayan más allá del límite de la identificación y de la honra de la memoria de los represaliados. Así que los fantasmas los van a seguir teniendo los que siempre los tienen y no quieren desprenderse de ellos por no enfrentarse a la realidad serenamente para superarla.
La reconciliación es deseable y siempre posible; el perdón es más difícil y no se puede exigir, pero sí se puede pedir y seguramente conseguir. Pero, por favor, no invirtamos los papeles: hay unos culpables y unos perjudicados: a veces parece todo lo contrario.

Describir los elementos de la represión debe ser tarea de todos, no solo de los historiadores, aunque son ellos los que mejor deben sistematizarla. Después tiene que venir el análisis de las causas, para descubrir que ninguna la puede justificar. Y lo mismo hay que hacer con el silencio ominoso hacia esas víctimas de la represión y con la presión para que se las deje en el olvido. Es evidente que esto último, a pesar de todo, no se puede conseguir: los trabajos y las publicaciones son cada día más extensos e ilustrativos y las asociaciones cada día son más numerosas y constantes en sus esfuerzos.

Son muchísimas las variables que se pueden analizar después de la descripción de los datos. Yo me suelo fijar con un poquito más de atención en estos dos: la sociología de los represaliados y la situación en la que quedaron sus familias durante muchos años en el régimen dictatorial. La primera variante me da para este libro (y para todos) albañiles, maestros, ebanistas, braceros, sindicalistas, panaderos… En fin, todos como del barrio de Salamanca de Madrid. Y todavía hay paisanos muertos de hambre (o sea, la peor calaña, la de los esclavos agradecidos) que no quieren oír hablar de ricos y pobres como causa inicial de casi todo. La imagen de las familias de los represaliados me hace contemplar todo un collar de escenas lamentables de silencios, apartamientos, rechazos, violencias sicológicas y vidas reprimidas que prefiero no desarrollar.

Dice un lúcido todavía Francisco Ayala que “la vida es una invención, y la literatura, memoria perfeccionada”. Creo que tiene toda la razón. Pero la vida, para ser vivida tiene que ser real, por existente y por condiciones, si no, todo es mentira. La de los represaliados no fue real por su ausencia, la de sus familiares nunca lo fue del todo por sus limitaciones y silencios. La literatura perfecciona la memoria, también estos libros que asumen la tarea de decir bellamente lo que existió y andaba en el olvido, en el confuso olvido del fondo de la memoria.

Y ahora, a levantar al país en armas (léase a vender periódicos y búsquense las polisemias) por acudir o no a llevar un ramo de flores a un monumento que conoce todo hijo de vecino y que lleva en la onda cinco años. Hala, a sacar perras, a saciar vanidades personales y a encabronar a todos. Qué país de contrastes y de falsos mercaderes de los templos.

Escribo de mañana. Yo me voy a mi madre, que vive en mi memoria a cada instante.

sábado, 14 de marzo de 2009

HERO Y LEANDRO S XXI

LEANDRO EN LA PISCINA

Estabas a la orilla de la orilla,
dejándote llevar, desmadejada.
El sol era un rizoma que, a destajo,
almidonaba el verde de tus ojos
y a mí me daba luz desde esos faros.

Hero tomando el sol, qué maravilla.

Pero, en medio de todo, en la otra orilla,
andaba yo, Leandro, equivocado,
preparando mis gafas, mis aletas,
para cruzar a nado mi Helesponto.

El socorrista cruel de la piscina
me impidió utilizar mi indumentaria:
-Las gafas están rotas, las aletas
molestan el buceo de los bañistas.

Me salvó del apuro el salvavidas
pues no sabía nadar, y dar la vuelta
a toda la piscina habría supuesto
encuentros no buscados
con otras muchas Heros más bailongas.

Leandro huyendo del sol bajo sombrilla.

Dividamos espacios, dulce Hero:
en medio de las aguas está el punto de encuentro.
Vente libre de todo, desnudita,
a ahogarte de placer con tu Leandro.
Yo me ahogaré de todo:
de agua, de amor, de sed de hacer el ganso.
Que yo no sé nadar, ya te lo he dicho,
y tengo fobia al agua, y me arrebato.

viernes, 13 de marzo de 2009

LA VIDA,EN TODO CASO. ES CLAROSCURO

No lo tengo tan claro. “La sinceridad brutal debe ser el esqueleto de todo libro de memorias”, decía Félix Grande en una entrevista que le concedía a José Luis Morante hace algunos años. Me suena bien el son pero no sé si no termina por ser eso precisamente lo menos sincero. Naturalmente, mentir o fingir no cabe en un texto que quiere dar testimonio de la forma personal de vivir el tiempo y el espacio por parte de una persona concreta. Pero, ¿qué es realmente la vida de una persona? ¿No son también, y sobre todo, dudas, idas y venidas, contratiempos, medias vistas, silencios buscados u obligados, acciones con freno y marcha atrás, equivocaciones y pequeños aciertos, adulaciones y rabietas, envidiejas y vanidades…?

La vida, por esencia, es claroscuro y tal vez la mayor sinceridad sea precisamente el claroscuro en el discurso. No el claroscuro buscado y calculado, claro, que entonces nos desviamos precisamente de la sinceridad, sino el natural, el que nos deja al ser del creador a la intemperie, asustado y confuso, radiante por el ritmo de la vida y a la vez angustiado por el mismo hecho.

Sigo pensando que realmente lo que me interesa siempre en la creación es aquello que se sustenta en la coherencia y en el sentido común, aquello que se puede entender como procedente de un ser que rema cada día en medio de las olas, que tiene su solaz y su descansito también, que cotiza y se enfada, que ríe y se enternece. Estoy seguro de que se nota enseguida y de que no se puede sostener el texto abierto en cuanto no se mantiene la coherencia y el sustento vital del que ha creado. ¿Hay mayor sinceridad que la de reconocerse uno más, perdido y encontrado algunos ratos, anhelante de luz pero casi siempre al borde del peligro de la noche?

Me sobra la calificación de “brutal” porque me suena a pose. Y, si no, a redundante. No quiero los recuerdos del que aspira a quedarse como ser especial por desmesura. Acaso luego rasco y no encuentro sustancia.

De modo que ¡cuidado! Me quedo con el resto. Sinceridad tranquila, no esnobismo en tragedia ni en tono de arco iris. Por cierto, Félix Grande me parece un tipo de los buenos. Estoy poniendo pegas a algo en lo que seguramente estemos de acuerdo. Vale.
Una forma magnífica de expresar mi memoria es el rato que rescato del olvido intentando algunas líneas. Porque esos ratos ahondan mi experiencia personal, me incardinan en la vida, me hacen ser de otra forma, me amplían la mirada o la condensan en un punto más fijo. Y qué curioso es todo: con esas líneas me voy de la realidad más inmediata y más mostrenca, desfiguro los pesos y medidas, o al menos las engarzo para extraer consecuencias. Quiero decir con ello que intento no quedarme en la mera descripción de los hechos: eso sí que sería mostrenco e insípido para mí como creador y como receptor de la creación.

En fin que dejo en mis memorias, en esta cita diaria conmigo mismo para rescatar un ratito del olvido y de la miseria misma, una línea desdibujada de pequeños puntitos que son mi realidad, también mi otra realidad, la realidad en la que fijo mi mirada. Espero ser sencillamente sincero, pero sin estridencias. Demasiados desnudos dejo ya en este álbum de fotos.

jueves, 12 de marzo de 2009

PREGUNTAS PARA HERÁCLITO

PREGUNTAS PARA HERÁCLITO

¿Tendrás razón, Heráclito, filósofo?
“Todo fluye”, la vida es una rueda
con cangilones llenos de agua limpia.

La tarde se hace noche cada día,
la piedra multiplica sus razones
y se convierte en óbolo del viento,
las cenizas renacen, cada año
se renuevan las hojas y una nube
será mañana río, mar y otra vez nube.

¿Qué permanece, pues, si todo muda,
como muda la vida a cada instante?

¿Cómo puedo ser yo si nunca he sido
ni seré lo que soy y ya no he sido?

¡Qué abandono al silencio de los días,
qué extraña identidad, qué despropósito,
qué desierto de arena, qué vacío!

miércoles, 11 de marzo de 2009

11-M AÑO QUINTO

Exactamente cinco años desde aquel 11-M. Han sucedido muchas cosas. Ninguna tan terrible como la del mismo día. Tengo imágenes nítidas de varias de ellas: las fotos del primer día, la sensación entre las personas en mi centro de trabajo, estampas absolutamente asquerosas de un tal Zaplana en la comisión de investigación, Pilar Manjón como ejemplo de víctima y de sufrimiento, el Bosque del Recuerdo, el monumento de Atocha, las flores en el Pozo, alguna llamada de teléfono, aquel libro en recuerdo… Bastantes, muchas cosas.

Pero hay siempre una que se impone por encima de todas las demás. Y no es nada agradable. Lo he escrito ya más veces. Lo vuelvo a repetir. Tengo la certeza moral de que algunos medios de comunicación y algunas agrupaciones sociales han explotado la sangre de los muertos de una manera absolutamente escandalosa, vergonzosa y criminal; creo que a cada gramo de sangre de los muertos le han sacado más producto que a las minas del Perú. Y encima se alzan como adalides de la investigación y del amparo de las mismas. Escribiré aquí sus nombres para que no haya dudas (quiero mojarme entero y no secarme, aunque me coja gripe): el periódico El Mundo, la cadena de la iglesia COPE, todas las emisoras de radio y de televisión dependientes de la derecha más extrema, con Telemadrid al frente, casi todos los demás periódicos de la derecha, en claro seguidismo y para no quedarse para atrás, aunque con algo menos de descaro y de desvergüenza…

Tengo la sensación de no haber conocido jamás -espero no volver a conocerlo- un negocio tan sucio y una supeditación tan macabra y asquerosa a la cuenta de resultados con morbo macabro de por medio. En mi juicio moral estos medios citados merecen cadena perpetua con muy escasas posibilidades de redimir penas. Aún hoy siguen gimiendo en noticias que apuntan a posibilidades derivadas de otras posibilidades, que a su vez proceden de una posibilidad de cuarto orden. Y lo peor de todo esto es que han conseguido hacer revivir las dos Españas pues un numeroso grupo los sigue a todas partes y están dispuestos a salir a la calle con cualquier propuesta y al menor empuje. Aún quieren sustanciar judicialmente la “autoría intelectual”-¿qué será eso?-. Y se quedan tan frescos, con el carnet de su primaria a cuestas, dando lecciones a todo el mundo sin ningún pudor.

¿No se dan cuenta de que todos hubiéramos deseado que el autor hubiera procedido del ambiente de ETA? Cualquier analista con el grado escolar más elemental entendía y entiende que, en ese caso, se le habría dado un empujón definitivo a ETA para su desaparición por barbaridad extrema, y que, sin embargo, viniendo de ambientes musulmanes, desgraciadamente nos llevaba a un terrorismo todavía más cruel por sus implicaciones religiosas fanáticas e internacionales. No entienden ni eso. Imbéciles, subnormales. O sí lo entienden, pero no les encaja en su esquema de ventas, en cuyo caso, me parecen peor que criminales. Seguirán dando la lata: les va bien con su negocio y todo vale para el convento: ahí están sus concesiones de emisoras de radio y de televisión por todas partes, por ejemplo. Además, en algo tan complejo, las grietas se pueden producir por muchos sitios aunque no afecten nunca a la estructura. Allá ellos. Me parecen unos malnacidos. Siento asco, lo siento.


Y bien me gustaría que fuéramos mirando hacia delante. Sin perder el recuerdo pero no empantanándonos en asuntos estériles ni en guerras sin sentido de subvenciones varias. Fue terrible el suceso. Arreglemos aquello que podamos: el recuerdo, el cariño, la atención. Y tal vez el análisis de por qué se produjeron los hechos: guerras, mentiras, religiones, injusticias. Y a cambiar esos vientos en la Historia, a dar sentido y fuerza al ser humano por encima de las demás historias.

martes, 10 de marzo de 2009

SARA

Tendrá nombre de princesa. Será reina algún día. Eso dice tu nombre: SARA. Solo cuatro fonemas, que van a ser los míos tantas veces…

La ESE será para llamarte con suavidad y mimo, para que sepas que estaré junto a ti, para que sientas susurrar el viento que lleva mi llamada y mis preguntas, mi petición de ayuda, para que te aromes con él y huelas siempre a rosas. Una princesa ha de estar bien aromada pues tiene que ser guía de luz y de hermosura. Será brisa la tarde y suave vientecillo la mañana. Destrenzará tu pelo y abrirá tus poros al reino de la vida. SSSSSSSSSSS.

La A será para abrazarte, para abrir tus caricias a mis brazos, para alabarte, para andar de paseo y animarte, para sentir asombro en tu presencia, para airear tus gracias y abandonar los ratos más amargos, para apoyarme en ti. La A es la del amor y tú tienes que darlo a manos llenas. Ya me pongo a la cola para darte y pedirte. Qué sonoro el fonema, cómo se me abre la boca para darle salida y dejar que corra hasta tu oído y tu conciencia. Ahhhhh, qué satisfacción. En esta A me remanso, me quedo enmimismado, pierdo pie en el estribo, te miro, te contemplo, te siento otra estación, la más nueva y hermosa de toda la cadena y veo pasar el tiempo con nosotros sirviendo de sustento a ese camino eterno.

La ERRE servirá para reírnos, para dar calabazas a lo que no queremos, para sentir el ruido que ronda y se derrumba cuando falla la rueda de toda relación. Te recordará siempre que la rueda del tiempo no se para, que todo lo de fuera roza tu propia vida, que “el ruido con que rueda la ronca tempestad” tienes que atemperarlo con un poco de amor, que el color de la rosa se marchita muy pronto y tú debes seguir robando resultados a la diosa razón.

Y de nuevo la A será para el amor, para alegrar los días de los tuyos, para abrir tus ventanas a la luz de las horas, a los aromas de la libertad y de la justicia, a las alas del viento que te harán más amable y más querida.

Solo existen las cosas cuando se les da nombre. Tú ya tienes el tuyo; existes, por lo tanto. Qué sonoro, qué claro, qué rotundo. No eres ya una cosita indefinida, escondida en la paz y en el silencio; empiezas a ser parte de la vida, a gozar de atributos, a sentir que te pesan el tiempo y el espacio. Y vas a compartirlo con nosotros. Cuando digamos SARA, sentirás que eres tú la que soporta el peso de lo que significa.

Qué sonoro tu nombre. Habrá que articular esos sonidos para que la canción nos suene a gloria. ¡Quiero quererte tanto!

lunes, 9 de marzo de 2009

ESTUDIANDO LA LICIÓN

“Estábame yo en mi estudio, estudiando la lición, me acordé de mis amores; non podía estudiar, non.”

A veces le doy vueltas a una palabra o a una frase como juego o como comprobación de lo que significa la evolución y el cambio continuo en la lengua. Es un juego que me gustaría realizar en compañía, pero confieso que no siempre puedo. Con harta frecuencia comento que la lengua es un organismo vivito y que colea como lo hace cualquier bichito raro viviente, y que, lo mismo que todos nosotros cambiamos y caminamos, en un proceso indefinido (o acaso demasiado definido), hacia lugares innombrables, así lo hace ella también hasta que un día se pierda en la nebulosa de los tiempos.

La lengua pierde partes e incorpora otras, pierde palabras por desuso, suelta fonemas más lentamente (ahí está el yeísmo como última muestra), se deja en la gatera expresiones o va moviendo formas sintácticas. Pero tal vez el nivel en el que mejor se note ese cambio imparable sea el semántico. Y es que cambian las formas pero también, y sobre todo, se mueven los significados, sobre todo en las nuevas acepciones que se van incorporando. Todas estas variables nos dan la evolución notoria de las lenguas, su sabor antiguo en cuanto pasan unos años y la incomprensión en cuanto han pasado otros más y no andamos versados en comprender sus entresijos.

Jugábamos esta mañana, al amparo de un vinito de Toro (voy a parecer ya casi “sebrio”), con la palabra estudio y con el cataclismo semántico que en ella se ha producido. Aún se puede abrir cualquier diccionario clásico para encontrar estos significados: “empeño, afición, afán, afecto, desvelo…” como equivalente de “studium”. Cuánto afán positivo por todas las esquinas, cuánta energía parece que desprende la palabra.

El ejemplo del viejo Cancionero que encabeza este esquema es clarísimo. Incluso en él se superponen dos aficiones tan grandes, que una puede a la otra: naturalmente, la del amor.

Seguramente se pueden rastrear otros usos con carga positiva: el Estudio, como sinónimo de universidad; “andar estudiando algo”, como asunto de trabajo y de investigación personal. Tal vez alguno más, pero no muchos.

Echaba, en cambio, la mirada a los usos más comunes y cercanos y qué mala fotografía me aparecía en el visor. ¿Qué es eso de estudiar para un usuario cualquiera, o sea, para un estudiante? ¿En qué se concreta ese ejercicio? ¿Cuántos elementos positivos comporta esta acción? ¿Cómo se ve, en definitiva, esa actividad? Sospecho que un estudiante al uso no ve la actividad con demasiado buenos ojos ni extrae de ella acepciones y valores positivos, o muy pocos, pues todo se sustancia en actuar para aprobar y basta, como si fuera siempre una imposición de mal gusto de la que no se va a sacar nada de provecho. Tal vez estoy exagerando. Tal vez.

Y, con perdón, echaba otra ojeada a otros usuarios comunes de este asunto, que tienen que ver con esto el estudio como profesión (bueno, sin darle vueltas, coño: a los profesores) y tampoco brillaban demasiado los colores. Seguro que también cargo las tintas pues conozco a gente excepcional y acaso yo no sea el mejor ejemplo: perdón. Ojalá me equivoque pero sospecho que fiamos demasiado a eso del tema y de la nota, a salvar o a engordar el expediente, a ensayar el examen como resumen de todo lo que hacemos, a salvar intereses, pero solo de los llamados simples o compuestos (alguien me decía que hay mucha gente que solo entiende de intereses simples y compuestos) y así, en ese plan.

Y terminaba el vino brindando en mi cabeza por esos estudios que aficionan un poco, que estimulan al que anda engolfado en ellos, que aportan deseos de los buenos y satisfacción segura al que se adentra en sus pliegues y descubre que hay regiones de luz sin ser holladas, que merece la pena dar un paso en busca de algo nuevo, que ya está bien de aquellos referentes que arrastran a las masas con cuatro soplagaitas.

Y me marché a leer las entrevistas que me trajo Morante en un libro con sal y con pimienta. Y me puse a estudiar. Y estudié la lición. No tuve la suerte de que algún mal de amores me llevara a estudiar otra lición más sabrosa aún.

domingo, 8 de marzo de 2009

DIOS QUERRÍA TENER MADRE

Me gustaría saber qué habría pasado con un Dios que hubiera tenido madre. Si es que tal ser existe, no puede tener madre pues entraríamos en asuntos sucesorios y esto, en un primer hacedor, parece imposible en toda lógica; y, en ese caso, seguro que se habrá quedado con ganas de tenerla. Y entonces su dulzura no puede ser perfecta, ni puede ser perfecto su cariño, ni entenderá de lloros ni de besos, ni sabrá que es inútil buscar explicaciones a lo que no las tiene.

En fin, qué complicado se lo pongo con solo hacerme cargo de algunas de mis cosas. Yo sí que tengo madre, aunque se me va yendo hacia otro sitio. Por eso creo que algo sé cierto en eso del cariño y de los besos, del dolor y del gozo, del amor y la sangre, de ese mundo fantástico que encierra el nombre madre.

Hoy la he visto tranquila, serenita, callada, con los ojitos abiertos y mirando hacia delante, con el hablar en eco, más menuda que nunca. Y me he vuelto un poquito más tranquilo pensando en su ternura, en la pausa que ha dado a su zozobra. Un pequeño respiro que observo agradecido. Es ocho, es mes de marzo.

sábado, 7 de marzo de 2009

SOLO SE TEME EL FIN DE LO QUE CONOCEMOS

“Ojos que no ven, corazón que no siente”. No son mis palabras; las conoce todo el mundo. No sé si todos estamos de acuerdo en su significado ni si reproducen la realidad exacta. A mí me parece que sí y, además, creo que, de otra manera, la realidad resultaría insoportable.

Todos estamos felizmente condenados a convivir con una realidad muy reducida, con aquella que nos invade o, como mucho, que nos limita. Es decir, solo con aquella con la que somos capaces de dialogar de alguna manera. Todavía el ser humano anda indagando en el principio de percepción de la propia realidad. Es asunto filosófico y no de solo unas líneas. Pero, sea como sea, si la realidad es tal y como la percibimos, nos queda el consuelo de que solo captamos la existencia de una pequeña parte. El resto no es de nuestra incumbencia y allá se las arregle. O algo así.

De esta forma, no es difícil afirmar que nunca se teme aquello que nos resulta desconocido. Sencillamente es como si no existiera, y no le ponemos el ánimo encima de ninguna manera; no articulamos esa realidad y, por tanto, hasta que no la rozamos y la comprendemos, no existe. Ni se teme ni se aprecia, porque el razonamiento alcanza todas las posibilidades, aunque sea por vía negativa.

Sí se teme o se ama lo que se conoce y, sobre todo, se teme o se ama que lo que conocemos llegue a su fin. Porque si el fin se produce, estaremos en los límites del reino del olvido; y eso nos lleva de nuevo a la no realidad.

Me duele aplicar esta brevísima reflexión a casos que me resultan demasiado próximos y, por ello, demasiado dolorosos. Ahora comprendo más que nunca, y con más nitidez, que realmente temo el fin de algunas cosas. Y cuanto más lo conozco, por próximo, más lo siento y me hiere.

A veces me gustaría estar bien ciego, no templar los sentidos, no saber, no mirar. No, no, no.


Comí con unos cuantos amigos empeñados en provocar un encuentro veraniego en la creación literaria y en la ciudad de Béjar. No estoy con ánimos como para sugerir muchas cosas, solo para ayudar. Y tengo que ayudar en lo que pueda. Seré lo que me pidan. Eso es todo. Ya diremos qué pasa.

viernes, 6 de marzo de 2009

OTROS PALOS

Quise pasar un rato intentando otro palo. Es tan vario el flamenco… Son tan torpes mis manos… Quise también hacerme más cercano, ponerme a ras de suelo, hacer segundas y terceras voces, que en poseía son guiones y paréntesis. Me puse fingidor e ideé un receptor indefinido ¿o definido?, que apenas se sugiere en el poema. Seguí con los contrastes como forma de intensificar todo. Busqué un último verso con vista panorámica. Y eché todo a la calle. Este es el resultado.

ME ACUSAN DE LOCURA

De nuevo en el reloj las siete y media
-y no es nombre de juego,
pues no puedo pasarme-. La ventana
me da cuenta del ánimo del día.
Un poco de gimnasia –sin pasarse-,
la ducha, hacer la cama, el desayuno,
lavarme bien los dientes y a la calle.

Me llevo en mi cartera de pedidos
un esquema sencillo de Cervantes
-frente a tanto truhán de pacotilla,
hoy toca darle gloria a don Quijote-.

Mi agenda me señala, tras las clases,
una cita a las once con el médico,
un respiro en el bar sobre las doce
-necesito explorar con alimentos:
aunque no soy abstemio, bebo poco-,
un rato de lectura de periódicos
-cuánto canalla suelto por el mundo
(no sé usar las mayúsculas con tino)-
y, a las dos, vuelta a casa.

Pero llego a la Plaza y te descubro
saliendo, como ninfa, de las aguas,
plantada en el asfalto, acariciada
por los rayos del sol de la mañana.

Y lo que eran Cervantes, don Quijote,
Sancho Panza, Novelas Ejemplares,
el estilo realista, los refranes,
las reglas tan estrictas de la caballería,
los héroes de ahora mismo y los de entonces
-resulta de buen gusto
hacer literatura comparada-;
en fin, esos decálogos insulsos
que rellenan las clases,
se convierte en zozobra y desvarío.
Abro el libro al azar y, por las líneas,
solo caminas tú.
No hay ínsulas, ni ventas, ni castillos,
ni torneos inventados
en los que conquistar una doncella.

Se me acusa, en consejo sumarísimo,
de haber perdido el juicio.
¿Sabrán estos fiscales
qué es la sabiduría?

jueves, 5 de marzo de 2009

SIGO CUMPLIENDO VIAJES

Sigo cumpliendo viajes a Salamanca para ver a mi madre y estar con ella unas horas. Y sigo cumpliendo plazos, que voy desgranando y casi contemplando como tal vez no me hubiera gustado hacerlo nunca. Porque el final del trayecto se acerca y acaso yo he llegado a la meta muchas veces mentalmente.

Qué guapa está en su mundo susurrante. Qué lejos y qué cerca. Hoy le hemos llevado natillas que Nena ha hecho especialmente para ella. Le gustan mucho y come muy mal. Por eso tratamos de engañarla con ese gusto. No ha habido demasiado éxito.

Después de pasearla y de achucharla, de besarla mil veces y de llorar un poco junto a ella, la he dejado con mi hermana Asunción, que se ha quedado allí hasta ayudar a darle la cena y acostarla. Nos ha llamado para decirnos que ha estado muy tranquilita y hasta ha intentado un esbozo de juego con sus gestos. Ahora duerme tranquila. Yo dormiré tranquilo sabiendo que ella descansa, que reposa, que recupera un poquito sus fuerzas diminutas. Mañana ya veremos. Ya no me hago ilusiones ni estoy ilusionado; solo espero paciente.

miércoles, 4 de marzo de 2009

QUIZÁS TAMBIÉN LA RISA

Se me olvidan muy pronto los detalles de estas ideas que pergeño en estas líneas diarias. Hay quien me los recuerda y yo me siento huérfano de mis propias palabras cuando me lo cuentan y hasta me quedo un poco descuadrado. Soy así. Quizás esto sea producto de cierta espontaneidad con la que trabajo. Pero creo que también lo hago con cierta sinceridad en lo que digo. Y por eso recuerdo con más nitidez las ideas que generan cada uno de mis escritos que los propios detalles.

En alguna ocasión -no sé cuándo ni en qué términos y detalles- he hecho algún elogio de la tristeza. En este mundo lelo y de apariencias, en que todo parece que sonríe pero no aguanta ni el más ligero análisis porque uno destapa y encuentra demasiada bambalina, reivindicar momentos y espacios para la tristeza no me pareció mal.
Hoy sin embargo me apunto a echarme a pensar por un momento en el camino de la risa. Iba a escribir alegría después de una coma, pero tal vez no sean la misma cosa. Me quedo en la risa como concepto.

Y lo más saludable es que no creo entrar en contradicción aunque así lo parezca. Depende del momento.

Pero hoy era la risa, esa acción espontánea y fisiológica que te lanza al terreno de la sonoridad descontrolada. Porque creo que la risa es, ante todo, una salida a tiempo, un escape del cuerpo agradecido a un proceso mental sin solución muy lógica. Parece que la risa se produce después de algún momento de sensación fallida, de ver que algo no funciona en la lógica, de romper esos lazos cotidianos que estrechan a las cosas en todos los momentos. Cuando una asociación no es la esperada, se produce el vaivén de la extrañeza, se sacude la mente, se derriban los ídolos y se desboca el potro de la risa. A veces esa ruptura lógica no necesita un proceso largo ni científico, es una chispa que surge de inmediato. Otras veces, en cambio, esa contradicción solo estalla cuando la mente dice basta, cuando no puede más y entonces busca salida y escapatoria por esa puerta falsa, o verdadera, que es la risa. La mente cede entonces y es el músculo el que toma el relevo. Se podría decir que, en estos últimos casos, la risa rivaliza con la tristeza y hasta con la angustia por dar salida a la situación mental que se ha producido en la persona. Mucho tienen que ver, por tanto, la tristeza y la risa.

Más lógica la tristeza, más aparentemente descontrolada la risa, ambas son partes de un mismo proceso: el de enfrentar elementos de la realidad o del mundo de las ideas y no encontrar trabazón lógica y satisfactoria para el que los analiza.

No vale cualquier risa. O al menos no de la misma manera, aunque todas procedan de esa ruptura lógica. La risa que se ensaña en los demás, la que no da acomodo al mismo tiempo a la desmitificación de quien la produce y de quien aparece en esa risa desmitificado, no merece mi aplauso. Es el asunto extraño de los límites en esto de la risa. Yo no puedo reírme de cualquiera si no estoy dispuesto a reírme también de mí mismo. Ni tampoco es sencillo entender que haya risa sin cierta complicidad del interlocutor, sobre todo si es el aludido en esa risa.

Hay una tercera pata en este banco que me es muy familiar. Es la de la poesía. Tampoco se produce la poesía -estoy pensando en lírica fundamentalmente- sin el mismo fenómeno del choque entre contrarios, sin la sorpresa feliz de las imágenes, sin el ángulo siempre un poco nuevo del uso de los términos, sin ver un decorado diferente. La poesía es también sensación de sorpresa y de sacudida mental y emocional. Es otro nuevo escape o una nueva inmersión en otra realidad así creada.
Hoy me he puesto teórico. Y no es posible acaso en unas líneas. Merecería el asunto un buen ensayo. Pero apunto la tesis: La risa, la tristeza y la poesía forman partes hermanas de un proceso en el que se rompe la lógica y aparece el extrañamiento.

A menudo pienso que, también en poesía, el humor y la risa representan un proceso liberador, un escape subversivo para reírse de uno mismo y de la vida. No deja de ser entonces una muy triste solución. Pero hay lo que hay. Esto es la vida. Esto es la poesía. Esto es la risa. Esto es la tristeza. Vivir a manos llenas. Y sálvese el que pueda y como pueda. Si puede ser, please, con un poco de humor pero también con un poco de inteligencia.
Cuánto me gustaría agarrarme más veces al carro de la risa. Es claro que no puedo. Vendrán tiempos mejores.

martes, 3 de marzo de 2009

!EL TOÑO! !EL TOÑÍN!

Tengo que rescatar para mí mismo la sensación alegre de un nombre ya olvidado. Me acaban de hacer llegar una revista que se publica en mi pueblo, Valero de la Sierra, el pueblo más bonito de la provincia de Salamanca con mucha diferencia -algunos de mis alumnos ya lo tienen asimilado y me lo escriben en cualquier examen-. De vez en cuando les mando alguna colaboración. Esta vez me encuentro con que alguien, Jovita, se arranca en una carta abierta para agradecerme la escritura de mi libro “El manantial sonoro”. Este libro que yo tanto quiero tiene su lugar de evocación en Valero, pero provocó algunos malos entendidos, dolorosos para mí, entre gente de mi pueblo. Lo último que hubiera esperado. Con el cariño que le puse en cada página; tanto, que me salió casi todo de un tirón.

Pero eso ya es historia. El asunto es que la carta empieza así: “Sepas, TOÑO, que tu libro…” ¡Toño! Pero si así -salvo un compañero que se fue a Salamanca- no me llamaban desde mi niñez. O acaso sí. Tengo que hacer memoria. ¡Sí, sí, ahora recuerdo que mis hermanos mayores me llamaban hace tiempo también Toño! ¡Toño!, ¡Toñín!

Esta simple palabra me lleva a mi niñez, a mis días de infancia, al tiempo y al espacio de mi pueblo, a la inmensidad de lo pequeño y a la concreción de lo desconocido. Ha sido casi como una revelación. Porque yo era “el Toño de tía Ramona”, “el Toñín”, aquel renacuajo que corría por las calles, que iba a los recados y traía el pan con el palo rayado, que no se perdía la escuela, que era muy querido por el maestro, vaya si era querido, que miraba siempre sorprendido y cada día descubría la vida y se quedaba embrujado porque todo era nuevo, que miraba al cielo y se le iba la imaginación hacia los cerros y hacia las estrellas, que aprendió enseguida que beberse el viento de las soledades en compañía de los otros niños era menos soledad, que salía hacia los montes y convivió muy pronto con las carboneras, que se infiltraba en los recovecos de las calles y de las personas con un ánimo de ser algo más hombre, que se dejaba llevar por los días y las noches. ¡Por los días y las noches de mi pueblo!

Después vino la luz de otros caminos, llegaron otras sendas, otras ocupaciones, otra vida marcada por otros espacios y por otros tiempos. Pero siempre he seguido dando vueltas de nuevo hacia mi pueblo. Mi imaginación ha hecho del lugar de mi nacimiento un lugar edénico que no quiero cambiar. Ni siquiera en estos tiempos en los que alguien se ha molestado conmigo.

Hoy he recuperado hasta el nombre de mi infancia. Y estoy feliz con él. ¡Soy el Toño otra vez! ¡Soy el Toñín! Mejor si me conservo siempre un poco como aquel niño chico. No quiero hacerme nunca del todo “grande”-otra palabra heroica de mi pueblo- ni perder la conciencia de mi imaginación.

Y otra nota a pie de página. Cuando la carta termina con estas palabras: "Te queremos, Toño", solo se puede decir gracias, muchas gracias. Así que lo dicho: Jovita, aunque no leas las palabras, muchas gracias.

lunes, 2 de marzo de 2009

ESTO NO ES UN TORNEO

Anoche fue otra noche que me acogió en sus sombras y me meció en sus brazos, en el camino de vuelta de Salamanca a Béjar. Le estoy haciendo a mi viejo coche bastantes más kilómetros que en muchos años. Y no me cuesta nada pues voy a donde voy y quiero lo quiero.

Cuando toca domingo, suele haber en las ondas mucho ruido de fútbol. Ayer era otra cosa. En medio de los goles y al final de los mismos, aparecieron las palabras que daban cuenta de los resultados en las elecciones gallegas y vascas. Luego los comentarios y las conjeturas de todo hijo de vecino, las victorias fingidas por todos los partidos y un regusto agridulce de que todo es a medias y con poca honradez.

Me siento lejos y cerca de lo que ayer se cocía pero tengo mi opinión al respecto que resumo: muy mal lo tienen que haber hecho los del tripartito en Galicia para no repetir, y se abre una oportunidad histórica (todavía sin ninguna concreción al día de hoy) de que el nacionalismo deje paso en Euskadi a otras posibilidades, aunque, si esto sucede, será a costa de un precio enorme para el PSOE en todos los sitios. Veremos.

Pensaba en el trayecto -creo que eso aún no está multado- en cómo se banaliza todo y en cómo se hace de todo algo personal. Como si lo único que se jugara fuera el prurito personal de los candidatos, como si esto fuera un juego de héroes y villanos, como si el vencedor del torneo tuviera concedido el derecho de pernada. De manera que en unas elecciones gana un Pepito cualquiera y no una ideología, se ensalza y se venera al primero de la lista, como si el que preparó el mitin o pegó los carteles no existiera ni tuviera pasiones y deseos. Cuando llegan los análisis sesudos de los periodistas, la personalización se hace aún más exclusiva. ¿Quién les ha enseñado a estos pollos a analizar sistemas políticos, ideológicos y filosóficos? ¿Con qué bagaje de conocimientos cuentan? ¿En qué curso y en qué asignatura de su carrera se estudia todo esto? Pues parecen exclusivos para el asunto. Después todo lo trasladan a los medios a su aire y a su manera, y trasudan la realidad a su antojo, imponiendo ese cuadro a todos los demás.

Cómo se focaliza la realidad y se constriñe, cómo se olvida todo lo que es verdadera realidad, cómo se ladea toda la intrahistoria hasta dejarla en nada. Parecía ayer noche que no existiera en España ninguna otra ocupación ni pensamiento. Qué locura tan grande. Yo mismo, que salgo a la palestra de vez en cuando y que ando interesado por la res publica, andaba ayer noche mucho más en lo que había dejado en la ciudad, en el estado de salud de mi madre, que en todo lo que me embutían desde la radio. Y sospecho, con la posibilidad de acertar, que en todos los lugares cada uno andaba a lo que andaba, con sus preocupaciones y sus gozos, con sus quehaceres simples y con sus afanes más pesados. Incluso los del fútbol, que ya es complicación, con sus goles, con sus victorias y con sus derrotas.

Pero hay que organizarlo para que todo venda, para que el gran rebaño no se salga de la senda. Y hay que visualizarlo en nombres bien concretos para poder vender el producto sin sustancia de esta lucha sin fondo y casquivana de los asuntos públicos, cuando lo que se dirime es si un nombre propio u otro se alza con el triunfo.
Y los que participan se prestan dócilmente al juego de los medios. El ganador se engalla y el perdedor se enroca. Y cuando un perdedor se marcha para casa, lo hace asumiendo en su persona todas las fotos del fracaso (ya, total, qué más da). Como si una región fuera una sola persona y el asunto se sustanciara en un torneo medieval con doncella incluida.

¿Dónde anda la mirada alta? ¿Dónde tienen su morada las ideas? ¿Cuándo les daremos la voz a aquellos que inviten a pensar, en lugar de dedicar todo el esfuerzo a levantar la voz contra el adversario?

Esto de la res publica anda manga por hombro. Siempre lo ha estado un poco. Por ahora me refugio en mí mismo: tengo mucho que hacer y el público prefiere los leones a las pobres palomas.